¡Increíble pero cierto! Parece un asunto de política ficción: después de que el expansionismo de la OTAN provocó la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania en el 2022, ahora resulta que se han convertido en “mediadores” en el conflicto provocado por ellos mismos en su afán por desmembrar a Rusia. En efecto, ajustándose a los postulados geopolíticos de Halford Mackinder – ese gran estratega del Imperio Británico durante el siglo XIX – los estadounidenses buscaron desde tiempos de Obama fragmentar (divide ut impera) el inmenso territorio ruso mientras los europeos en lugar de jugar el papel de mediadores quedaron relegados al triste papel de comparsas. Una posición lamentable si consideramos el hecho que, en ese apéndice peninsular de la gran Eurasia, hubo en el pasado, estadistas de la talla de un De Gaulle, Adenauer, Brandt, Miterrand, Churchill o hasta el sueco Olof Palme. Así que ahora es Trump quien se presenta como mediador para “salvar la cara” después de la derrota que ha sufrido la alianza atlántica en esa “guerra caliente” contra Moscú utilizando tropas ucranianas que fueron convenientemente dotadas de armamentos fabricados por el complejo militar industrial norteamericano. Y, a pesar de ello han sido incapaces – con todo y las miles de “sanciones” comerciales y económicas – de derrotar a los rusos. Sucedió exactamente lo contrario, fueron estos quienes derrotaron a la OTAN.
¿Qué hacer entonces? Trump tenía a su favor el hecho de haber ofrecido a sus propios partidarios del MAGA que detendría rápidamente “la guerra de Biden” – que “nunca hubiese ocurrido si yo hubiese sido el presidente” aseguró en campaña, algo que Putin tuvo la gentileza de confirmarle en la reunión de Alaska – y por ello desde los primeros meses de su gobierno promovió la reanudación de los contactos diplomáticos pidiendo a Moscú “congelar el conflicto” por medio de un alto al fuego, algo que, evidentemente, iba a caer en saco roto porque sería tonto que quienes van ganando en los campos de batalla accedan a semejante petición. Además – ya lo dijimos en nuestro artículo anterior – tienen que haber habido negociaciones tras bambalinas que, seguramente, incluyeron los verdaderos intereses del magnate de Wall Street que son de orden económico y comercial. No por nada la guerra comercial y arancelaria desatada para doblegar al mundo entero, hasta a los europeos sus “aliados” a quienes “sólo” les impuso ese 15% de arancel, en gravámenes que serán destinados a financiar la disminución de la gigantesca deuda pública estadounidense (unos 37 billones – trillones – de dólares) al mismo tiempo que esto le da margen para reorientar su política exterior hacia China, su gran adversario del lejano oriente.
Y, siguiendo este mismo orden de ideas, a pesar de que todos los analistas geopolíticos hablan de Taiwán como el pivote geoestratégico de la confrontación Washington-Beijing, habría que tener presente que la tecnología militar ha cambiado sustancialmente desde los años cuarenta del siglo pasado, cuando los japoneses fueron capaces de lanzar un ataque sorpresivo a la flota americana anclada en Pearl Harbor en medio del océano Pacífico. Pues bien, esto es algo no solo imposible de realizar ahora por la vigilancia satelital sino que transportar en buques de guerra los cientos de miles de tropas que serían indispensables para defender la isla de una invasión del continente supone exponerlos a ataques con drones o con misiles hipersónicos. Y el uso del armamento nuclear está descartado porque expone al atacante a una represalia similar.
De manera que si Trump acepta la invitación para viajar a China el mes entrante para la conmemoración del 80 aniversario del fin de la guerra contra el Japón en el Pacífico esto le permitiría reacomodar en el terreno económico la rivalidad con el dragón asiático. Además, estando invitado también Putin – no olvidemos que durante la segunda guerra mundial Estados Unidos y la Unión Soviética fueron aliados – esto podría dar lugar a un reordenamiento tripolar del mundo desde el ángulo geopolítico y, siempre que las cosas avancen bien por el lado geoeconómico, los BRICS no necesariamente deberían antagonizar al Imperio. Tripolaridad geopolítica junto a multipolaridad geoeconómica, todo un reordenamiento mundial que podría hacerse sin confrontación militar.
Además, por el lado ruso, las bazas son aún mayores, tras bastidores podría haberse examinado como en el ártico se pueden obtener compensaciones económicas a la derrota militar: tierras raras, petróleo, utilización de la nueva ruta Atlántico-Pacífico gracias al deshielo provocado por el cambio climático, corredor comercial en el estrecho de Bering construyendo un túnel, en fin toda una amplia gama de alternativas frente a las cuales tanto las cesiones territoriales como la neutralización de Ucrania son cuestiones absolutamente menores. A lo anterior habría que agregar que el complejo militar industrial – los belicistas del deep state que obtienen cuantiosos beneficios económicos de la guerra – podrían quedar satisfechos con las ganancias que obtendrán gracias al 5% del PIB que los países europeos deberán invertir en compra de armamento.
¿Es esto política ficción? Los europeos podrían echarlo todo a perder furiosos por haber sido marginados por Trump en esa lejana frontera de Alaska, en donde los “dueños del circo” se reunieron sin ellos, con alfombra roja y toda la parafernalia protocolaria en la que, gracias al simbolismo de las imágenes que transmiten los medios, Putin estrechando las manos del “would be imperator”, por ese solo hecho, ya se le ve como triunfador. Además, las imágenes de Trump, Rubio y Witkoff frente a Putin, Lavrov y Ushakov, presidentes, cancilleres y asesores sin los ministros de defensa o jefes de inteligencia son muy significativas. A lo anterior agreguemos el humillante tratamiento sufrido por los dirigentes europeos a su llegada a la Casa Blanca, en donde lo de menos es si Trump los hizo sentarse en fila, como vimos en la burlona fotografía arreglada, o en un amplio salón con cafecito y galletas. Lo que cuenta es que Zelensky entró primero para recibir las instrucciones del “jefe” mientras que Macron, Merz, Starmer, Von der Leyen, Meloni, un finlandés que no se sabe a cuenta de que lo llevaron (esperemos que no estén preparando otro frente de guerra contra Rusia en Finlandia) así como el Secretario General de la OTAN. Todos tuvieron que esperar su turno, elogiaron a Trump (la Meloni dijo que gracias a él eran posibles las negociaciones) y todos le pidieron al jefe “garantías de seguridad”. Triste y vergonzoso.
Es claro que pedir “garantías de seguridad” (tropas de los países de la OTAN) más la negativa a considerar el tema territorial o la neutralidad ucraniana es una forma de obstaculizar las negociaciones pero lo que es incomprensible es como en Europa se empeñan en esa narrativa absurda que ve a Rusia como un potencial invasor – como en los viejos tiempos de la guerra fría y de la URSS – cuando han visto su población sustancialmente mermada aunque aún conserven el territorio más extenso del mundo, casi el doble del que tienen China, Estados Unidos y Canadá. Rusia necesita más población no más territorio. Además, en ese supuesto delirante y absurdo de una potencial invasión rusa a Europa Occidental, Moscú carece de los medios demográficos y militares (en armamento convencional). Entonces: ¿Por qué los europeos se empeñan en negar la realidad? ¿Se creen sus mentiras o actúan cínicamente?
La respuesta a tales interrogantes no es lo que cuenta, lo que se puede prever desde ya es que actuarán en consecuencia y, por tanto, lo más probable es que van a sabotear las directrices de Trump y, por ahora, es imposible hacer pronósticos acerca de lo que pueda ocurrir como resultado de ello. No obstante, considerando que lo deseable sería, en visión prospectiva, que los escenarios descritos en este nuestro relato de “política ficción” – Estados Unidos compartiendo con Rusia y China la conducción de un orden geopolítico tripolar mientras que en el terreno geoeconómico se insertan en la multipolaridad ya existente sin antagonizar a los BRICS – creemos que habría que apostarle a ello. No vaya a ser que nos quedemos sin la casa (nuestro planeta) que habitamos, destruida en una guerra nuclear por estupidez, pura estupidez. Y de esto último se desprende, diáfano, que el “issue” del control de armamentos nucleares (el nuevo START y el nuevo INF que también se requeriría) vendrían a ser la otra baza crucial en las negociaciones bilaterales ruso-norteamericanas. Desde nuestro punto de vista eso es lo mejor que podría ocurrir.