La alusión a la película que Charlie Chaplin hizo sobre Hitler no es casual, obviamente. Se suele decir que la política es el arte de lo posible de modo que es explicable que en campaña se digan cosas para atraer el voto masivo de un electorado que responde principalmente a estímulos emocionales o prejuicios ideológicos, pero luego “la fuerza de las cosas” – como solía decir Sartre o el “principio de realidad” como le llamaría Freud – impide llevarlas a cabo. Sin embargo, en la coyuntura de un imperio decadente – pan y circo – es posible que el emperador dirija hacia abajo su pulgar y decida expulsar masivamente a los migrantes, invadir México para combatir a los narco-cárteles “terroristas” (como cuando lo hicieron a principios del siglo pasado para perseguir a Pancho Villa), invadir Panamá – como lo hizo Bush padre en 1989 para derrocar a Noriega – a fin de “recuperar el canal” u obligar a los daneses a entregarles Groenlandia – a pesar de ser miembros de la OTAN y aunque tengan que “consultarle” a las cinco o seis decenas de miles de inuit que pueblan la parte sur de esa isla congelada.
Y no se trata de elucubraciones sin base porque ese personaje histriónico de nuevo presidente de Estados Unidos (“devolvimos el canal a Panamá pero ahora está en manos de los chinos así que vamos a recuperarlo”, “Groenlandia es indispensable para nuestra seguridad” son algunas de sus peores amenazas) dado el autoritarismo que lo caracteriza – nada que envidiarle a los zares de Rusia o a nuestro vecino Bukele a quien tanto le han reprochado la supeditación del congreso y de las cortes, algo que pronto podría ocurrir en la gran potencia del norte. Y como Trump no tendrá elecciones que ganar dentro de 4 años decidirse a cometer tales barbaridades es factible. Supongamos por un momento a Putin, Xi Jinping, Jamenei, Modi o Erdogan haciendo declaraciones parecidas ¿se pueden imaginar los lectores el escándalo mundial que se habría armado? Tanto las sanciones de los “democráticos” países occidentales como los tambores de guerra de la OTAN no se harían esperar.
Sin embargo, está por verse si el complejo militar industrial y el deep state oligárquico (los verdaderos contrapesos de la política norteamericana) le permiten a Trump salirse con la suya, ya que tales “propuestas” no obedecen a ninguna estrategia cuidadosamente planificada (toda estrategia debe siempre prever las respuestas del adversario) sino a los sueños de expansión territorial del “nuevo imperialismo americano” (como le ha llamado The Economist un medio nada sospechoso de ser de izquierda) en un artículo del pasado 21 de enero, recordando que fue William McKinley (si, a quien Trump mencionó en su discurso inaugural porque piensa devolverle ese nombre al monte más alto de Estados Unidos, rebautizado “Denali” por los indígenas inuit) quien presidió las negociaciones del canal de Panamá y libró la guerra contra España que le permitió apoderarse de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas (“no queríamos las Filipinas, pero las aceptamos como un regalo de Dios” dice The Economist que dijo McKinley en aquel entonces). También las islas Hawái fueron anexionadas en aquellos años y ahora – se pregunta el artículo – si la nueva “edad de oro” prometida por Trump no se sustentará solo en protecciones arancelarias y en expansión territorial, sino también en la llegada a los círculos de poder de la costa Este de los financistas del Silicon Valley como Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Elon Musk invitados de honor a la toma de posesión de Trump recordando, además, como McKinley lo financiaron J.P. Morgan y la Standard Oil.
Por otra parte, en cuanto a las guerras comerciales anunciadas aunque los Tratados de “Libre Comercio” establecen que las controversias deben solucionarse conforme a lo dispuesto en ellos recurriendo a la OMC el “Gran Dictador” parece exclamar: ¡Al diablo con el derecho internacional, se pondrán aranceles a México, Canadá, China y a los países europeos! ¿Y el derecho de los hijos de migrantes nacidos en Estados Unidos? Importa poco que la constitución de Estados Unidos garantice el jus soli – derecho a la nacionalidad por el nacimiento – pues por órdenes de ese mismo “Gran Dictador” los niños nacidos en suelo americano no tendrán derecho a la ciudadanía. ¿Y la denominación geográfica del Golfo de México? Al igual que el monte Denalí en Alaska, Trump ha dicho que será rebautizado como “Golfo de América”. ¿Y el cambio climático que está provocando el exceso de gases efecto invernadero arrojado a la atmósfera por los millones de vehículos que circulan con combustibles fósiles? Estados Unidos abandona los compromisos de las COP21 de París y se propone incrementar la producción de petróleo y gas. También los antivacunas promovieron, otra vez, el retiro de Estados Unidos de la OMS. Y, por supuesto, que no le hablen al señor Trump de “derechos de las mujeres” o de aquellas personas con orientaciones sexuales diversas: por decreto se establecerá su inexistencia. Cualquier parecido con la legislación de países como Uganda es pura casualidad.
Por otro lado, en materia de guerra y de paz, a pesar de que es cierto que sin la presión ejercida por Trump sobre Netanyahu no se hubiese logrado el alto al fuego en Gaza en cuanto a poner fin a la guerra en Ucrania es probable que las condiciones de negociación puestas por el Kremlin – aceptar tanto la neutralidad de Kiev como las anexiones territoriales llevadas a cabo por Moscú – sean un hueso demasiado duro de roer para el Pentágono. Trump se refirió a esto hasta el pasado miércoles 22 de enero pero pretender decirle a Putin lo que tiene que hacer es absurdo porque el control que efectivamente ejercen las tropas rusas en los oblast del Donbás y en Crimea es lo decisivo. Es por ello que si no se pone en marcha ninguna negociación lo más probable es que el conflicto se deje “congelado” como ocurrió entre las dos Coreas, India-Pakistán, Chipre y casos análogos.
A nuestro juicio lo que sí parece claro es que el nuevo inquilino de la Casa Blanca atenderá a quienes recomiendan (como Mearsheimer) el “containment” de China como una prioridad en el ajedrez geopolítico mundial. Por supuesto, como hemos visto en artículos anteriores, esto se debe a la nueva configuración del capitalismo mundial que ha dejado tener su principal fuente de plusvalía en el trabajo asalariado – y esto a pesar de la “desterritorialización” de innumerables empresas transnacionales que se han reubicado en los países del sur global para ser “más competitivas” gracias a los bajos salarios que allí se pagan – maximizando sus ingresos gracias a los territorios que poseen en “la nube”. Si a este fenómeno le llamamos “capitalismo rentista”, “post-capitalismo”, “tecno-feudalismo” es lo de menos, lo importante es comprender que las cuantiosas fortunas de los grandes señores de la nube (Gates, Zuckerberg, Bezos, Musk and the like) provienen de las rentas que cobran a los “empresarios vasallos” (y también a los “usuarios” – todos nosotros – del Gmail, Spotify, YouTube, etc.) por la utilización de Google, Facebook, Amazon, X/Tesla/Space X y no es por casualidad que Trump anunció en su discurso inaugural que Estados Unidos se propone plantar su bandera en Marte.
Y como los únicos dos países del mundo que poseen este tipo de territorios digitales son Estados Unidos y China (con Huawei, Alibabá, Tiktok ) el resultado es particularmente peligroso, con el agravante – para Estados Unidos – que los medios de pago del gigante del norte están divididos entre Silicon Valley y Wall Street, mientras que China tiene unificados sus medios de pago (las tarjetas de crédito) porque su banca central es estatal mientras que al otro lado del Pacífico la Reserva Federal es privada. Esa es la verdadera razón del antagonismo de Washington y Beijing, no la cuestión de Taiwán o de las fronteras marítimas en el mar meridional de la China ¿Qué sucederá en el futuro próximo? No tenemos una bola de cristal y en el caso del impredecible Trump menos aún se pueden hacer pronósticos. A lo menos se podrían plantear ciertos escenarios de prospectiva. Ciertamente, habría que esperar que la guerra fría de Estados Unidos con China no se convierta en caliente. Y crucemos los dedos para que la suerte acompañe al planeta.