Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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En las últimas semanas hemos asistido a un recrudecimiento de la crisis de guerra y belicismo tanto en Europa como en el Medio Oriente al extremo que puede decirse que la irracionalidad y la locura  tienen una terrible tendencia a prevalecer. Frente al reconocimiento del Estado palestino por países como Eslovenia, Irlanda y España los israelíes arreciaron sus ataques incluyendo campamentos de refugiados (45 muertos dentro de los cuales 21 mujeres, 64 heridos el día de ayer) en la zona fronteriza con Egipto de Rafah.  El colmo fue que enviaron a España un mensaje en el que se dice que ese fue un “regalo” propiciado por la decisión del gobierno español. Por supuesto, el gobierno de Netanyahu ha hecho caso omiso de la petición de la Corte Internacional de Justicia y de la Relatora de Naciones Unidas Francesca Albanese para detener el genocidio aplicando un alto al fuego que ya el propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pidió en una resolución que fue aprobada gracias a la abstención de Washington. Sin embargo, el gobierno de Netanyahu continúa asesinando civiles inocentes en una verdadera campaña de “limpieza étnica”:  los muertos en Gaza ya suman más de 35,000, la gran mayoría de ellos mujeres y niños.  A ello habría que agregar que el ataque israelí contra la embajada de Irán en Siria afortunadamente fue respondido con moderación por Teherán pues Washington ejerció la presión necesaria sobre Netanyahu como para evitar que se embarcara en una guerra abierta contra los ayatollahs, algo que hubiese sido catastrófico para toda la región.

Por otra parte, Rishi Sunak, el hinduista primer ministro británico, enfrentado a un fracaso electoral en las elecciones anticipadas que se vio obligado a convocar por su propia incapacidad ha pedido a sus conciudadanos que “se preparen para lo peor” – dando a entender podría ocurrir un ataque de Moscú – pidiendo a la gente estar lista para ir a refugios antiaéreos dotados de “kits” de emergencia en los que haya botiquines de primeros auxilios, lámparas de emergencia, alimentos básicos y agua suficiente para unos tres días de encierro, como si las nubes radioactivas no pudiesen contaminar también tales refugios.  Claro, los analistas dicen que todo es una pantomima de Sunak  en su desesperado intento de evitar que los conservadores sean derrotados por los laboristas en los comicios del 4 de julio. En ellos los tories perderán – lo dicen las encuestas –    tanto por la falta de resultados de las políticas de Sunak como por su extremo belicismo externo: recordemos que fue Boris Johnson quien impidió la firma de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania en los primeros días de la guerra.

En cuanto a ésta última, como hemos visto en anteriores artículos, Rusia se opone a la expansión geopolítica de la OTAN hacia Eurasia buscando la neutralidad de Kiev, algo que la Casa Blanca  no ha querido aceptar. Los países de la OTAN han provisto de fondos cuantiosos,  armamento, información de inteligencia, instructores disfrazados de “mercenarios”, etc. al gobierno de Zelenski pero a pesar de ello no solo no han podido recuperar los territorios anexionados por Rusia en la región del Donbás sino que están perdiendo la guerra ya que tanto en la región de Kharkov como en el sur de la región del Donbás la ofensiva  rusa se impone y sus ejércitos se  aproximan incluso a Odessa, lo que podría dejar a Ucrania convertida en un país sin salida al mar. Por ello los ucranianos amenazan con utilizar el armamento provisto por la OTAN para atacar blancos en territorio ruso. El Schiller Institute, un think tank alemán denunció, por ejemplo, que el pasado  23 de mayo drones ucranianos atacaron la estación de radar de Armavir en la región de Krasnodar-Krai, unos 500 kilómetros al interior del territorio ruso y el blanco eran radares destinados a detectar ataques con ICBMs es decir, misiles intercontinentales cargados con ojivas nucleares.  El ataque provocó declaraciones de un senador ruso, Dmitry Rogozin que  – según el instituto Schiller  –  dijo que  “…nos están colocando a todos al borde de una guerra nuclear.  Si el enemigo no es detenido en estas acciones es toda la seguridad estratégica de las potencias nucleares la que se vendrá  abajo” . El Instituto Schiller agrega que “…esta locura debe detenerse. El ataque de Armavir ocurrió apenas unos días después que Rusia llevó a cabo ejercicios de alto nivel en defensa nuclear táctica… amenazar con destruir una potencia nuclear  ya en guerra equivale a  amenazar con aniquilar la especie humana”.   Si a lo anterior agregamos las amenazas de Polonia de interceptar misiles rusos con el armamento proporcionado por la OTAN y las provocaciones constantes de los dirigentes ruso fóbicos de los países bálticos en una Europa cuyo eje de conducción franco alemán ha desaparecido – porque Macron mismo ha dicho que está dispuesto a enviar tropas de su país a Ucrania –  tenemos un escenario de gravísimo peligro.

Y por si lo anterior fuera poco ahora resulta que el nuevo presidente de Taiwán es separatista cuando todos sabemos que la política de “una sola China” es la doctrina oficial de Beijing desde que Naciones Unidas reconocieron al gobierno de Mao Tse Tung en los años setenta del siglo pasado. Los ejercicios militares llevados a cabo por las fuerzas navales y aéreas de la República Popular China en sus aguas territoriales (el estrecho que separa a la isla del continente) la semana pasada  son una clara señal de la seriedad con la que habla Xi Jinping cuando de este asunto se trata. Y, en este tenebroso marco geopolítico, el canciller de Guatemala viaja a Taipéi para la toma de posesión del nuevo presidente. Nada que extrañar si quienes pagaron el pato fueron nuestros exportadores de café y macadamia, que vieron detenidos sus envíos por el gobierno chino sin explicación alguna.  Hay que hacer votos porque la cordura y  la racionalidad  se impongan sobre la locura y la irracionalidad. Es la única forma de prevenir una tercera guerra mundial.

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