Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Aunque, como todos sabemos,  la primera guerra mundial fue desencadenada por el ultimátum del Imperio Austro-Húngaro contra Serbia debido al asesinato de su príncipe heredero en Sarajevo, en aquel fatídico verano de 1914,  es claro que fueron las movilizaciones militares las que, en última instancia, desencadenaron la “Gran Guerra”, como suelen llamarla los europeos, porque a partir de ese momento el Imperio Ruso intervino en apoyo de Belgrado, seguido del respaldo del Imperio Alemán (el “Segundo Reich”) a sus primos hermanos austríacos así como de la entrada de Francia e Inglaterra en la guerra a favor de los eslavos de Europa oriental. La segunda guerra mundial, en cambio, fue enteramente una responsabilidad de Hitler y del partido nazi con el que el dictador alemán gobernaba al “Tercer Reich” al invadir Polonia en septiembre de 1939. Ésta tercera guerra mundial, si estalla, va a ser enteramente una responsabilidad de los países llamados “occidentales”.

Me explico: todo comenzó con el expansionismo de la OTAN que en el 2014 llevó a Moscú a la anexión de Crimea y a apoyar el levantamiento de los pueblos ruso parlantes de la región del Donbás,  principalmente los “oblast”  de Donetsk y Lugansk. La supuesta “mediación europea” (François Hollande y Ángela Merkel) que permitió  la firma de los acuerdos de Minsk solo sirvió (Merkel dixit) para “ganar tiempo” entrenando y armando a los ucranianos a quienes se les prometió incorporarlos a la OTAN algo que forzó al  Kremlin a lanzar la “operación militar especial” (que lo era, porque si hubiesen querido apoderarse de toda Ucrania hubiesen necesitado invadirla con unos dos millones de hombres  y lo hicieron con menos de 200,000) la cual buscaba un rápido arreglo negociado –que se intentó gracias a la mediación de Turquía pero que fue saboteado por Boris Johnson, en aquel entonces primer ministro británico– con el resultado que tenemos una guerra que lleva ya más de dos años y que Kiev está perdiendo, según aseguran expertos en asuntos militares.

En semejante contexto geopolítico el ataque del 7 de octubre de Hamás contra Israel,  si bien provocó una reacción de “legítima defensa” inicial de parte de Netanyahu absolutamente justificada, paulatinamente se ha ido transformando en una desproporcionada “limpieza étnica” – de carácter genocida–    contra la población palestina en la franja de Gaza como lo asegura el informe Anatomía de un Genocidio elaborado por  Francesca Albanese,  relatora especial del Consejo de Derechos Humanos  de Naciones Unidas. Dicho informe se presentó hace poco ante el Consejo. Además, recordemos que también la Corte Internacional de Justicia en fallo que responde a una demanda de Sudáfrica, ordenó una investigación para establecer si, efectivamente, en Gaza  está ocurriendo un genocidio.

Así las cosas, y muy probablemente para desviar la atención de sus propios problemas internos, tanto de protestas ciudadanas como de lo que ocurre en Gaza – el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una resolución reciente pidiendo el alto al fuego gracias a la  insólita abstención de Washington–    el primer ministro israelí –  con pleno conocimiento de su principal aliado en la Casa Blanca–  lanzó hace un par de semanas un ataque aéreo contra la misión diplomática de Irán en Damasco,  la capital  siria,  causando la muerte de 19 personas al mismo tiempo que violaban abiertamente el artículo 22 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas,  el mismo tratado violado también por el presidente de Ecuador cuando atacó la Embajada de México para  secuestrar al asilado ex vicepresidente  Jorge Glas.  Traemos esto a colación para que los lectores se percaten de la gravedad que supone violar el principio de extraterritorialidad de las sedes diplomáticas,  casus belli (motivo de guerra) en derecho internacional. Por ese motivo el ataque israelí a la sede diplomática iraní en Damasco fue objeto de un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad vetado lastimosamente por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.

Por dichas razones  Teherán debía responder a la agresión de Tel Aviv contra su embajada en Siria,  aunque fuese simbólicamente. Así se explica la “respuesta” o “reacción” (no agresión como la han presentado en Occidente) de los más de trescientos misiles de crucero, balísticos y drones (de baja tecnología) que penetraron el espacio aéreo israelí el pasado fin de semana,  los cuales , sin embargo, estaban cuidadosamente programados para no causar daño a la población civil distrayendo la atención sobre lo que ocurre en Gaza. El escudo de la defensa israelí (la “Cúpula de Hierro”) funcionó apropiadamente de manera que no hay destrucción ni muertes que lamentar y el gobierno iraní anunció que no habrían más ataques. Por esto mismo no se justifica escalar la confrontación entre los dos países.  El mismo presidente Biden ha pedido a Netanyahu en llamada telefónica no llevar a cabo ningún contra ataque ya que es evidente que si lo hacen,  Irán se vería  obligado a responder al igual que milicias como  Hezbollah en el Líbano y otras milicias proxis análogas en Irak y  Yemen.  En cambio, Jordania, Egipto o  Arabia Saudita probablemente se alinearían del lado occidental junto a los países de la OTAN.

Así tendríamos un coctel Molotov, similar al de las movilizaciones de la primera guerra mundial,  cuidadosamente preparado. China, que debe preocuparse por su flanco sud-oriental  (Taiwán) probablemente se alinearía con  Moscú, que respalda a Teherán. Otro tanto podrían hacer la India (rival de un Pakistán dotado de armas nucleares y apoyado por Occidente)  y los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). No es difícil prever el lado que escogerían Corea del Norte, Myanmar, Vietnam o, en nuestra región Cuba, Venezuela y Nicaragua.  Y si se llegara a utilizar armamento nuclear táctico el Armagedón de los misiles balísticos intercontinentales (ICBMs)  estaría  a la orden del día.  De manera que,   más allá de dicho por  Einstein (“no sé con qué se librará la tercera guerra mundial, de lo que estoy seguro es que la cuarta se hará con piedras y palos”)  lo que cabe esperar si llegara a producirse una confrontación nuclear es la extinción de la especie humana sobre el planeta. En efecto, tanto por las catastróficas consecuencias de la radiación como por la amenaza del Antropoceno, el proceso de cambio de época geológica  que se encuentra en el origen de la  crisis climática habría que esperar  lo peor si una tercera guerra mundial llega a ocurrir.  Las nubes atómicas podrían acelerar el deshielo de glaciares y casquetes polares incrementando el calentamiento global provocado por el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso.  Ojalá que haya gente capaz de hacer sentar cabeza a todos los halcones empeñados en la  guerra porque de lo contrario el diluvio universal no se producirá por medio de lluvias torrenciales sino por el aumento del nivel de los océanos.   ¿Será el  Thanatos de Freud quien quiere  conducirnos  a este suicidio colectivo?

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