Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Ahora que todo parece indicar que el “bloque de corruptos” se ha quedado sin cartuchos en su guerra legal para impedir la oficialización de resultados de la primera vuelta en las elecciones de este año y que se mantendrá la fecha del 20 de agosto para el balotaje entre Bernardo Arévalo y Sandra Torres, parece conveniente mirar hacia el futuro y considerar las políticas que se podrían poner en marcha a partir de un gobierno que nos permita ingresar al siglo XXI y a su problemática así como, en el pasado fue el gobierno de Juan José Arévalo el que abrió las puertas del siglo XX a Guatemala. Para ello, qué mejor que analizar el conversatorio organizado por “La Mirada de los Pueblos” sobre “Un Nuevo Estado para Guatemala” en el que estuvo presente el Cardenal de la Iglesia Católica, Monseñor Álvaro Ramazzini, conversando con Bernardo Arévalo contando con la moderación de Fredy Puac Méndez.

Al inicio del diálogo Monseñor Ramazzini planteó una idea de fundamental importancia al responder a la pregunta respecto a si el combate a la corrupción podía contribuir efectivamente a la construcción de un nuevo Estado para Guatemala diciendo que era apenas el inicio de una lucha más profunda para que la sociedad guatemalteca sea más coherente tanto en el cumplimiento de la Constitución adoptando una ética basada en valores. Recordó las diferencias entre el “ser” y el “tener” señalando que la desaforada tendencia a acumular riquezas, a “tener”, genera violencia y que el hombre se convierta en “lobo del hombre” como decía Thomas Hobbes (“homo homini lupus”). Se debe cambiar la mentalidad y la consciencia porque mientras la codicia y la ambición sean motivo principal de la conducta humana la corrupción estará a la orden del día. Pidió inspirarse en la Encíclica Papal Hermanos Todos y anteponer el Ser –fundado en la solidaridad– al Tener – fundado en el individualismo competitivo– algo difícil en toda sociedad capitalista. Sin embargo, dado que Guatemala es también un país diverso, en donde el pluralismo económico coexiste con el pluralismo étnico, lingüístico, social, cultural, religioso e ideológico en principio no debería ser muy difícil acordar políticas que protejan por ejemplo, a la economía campesina. Al ser los campesinos y las comunidades indígenas los mayores productores de alimentos convendría llegar a acuerdos para otorgar precios de garantía, crédito accesible y barato o asistencia técnica cuando se haga necesario para fortalecer la producción de los alimentos que consumimos diariamente. Entre otras razones porque la economía campesina no capitalista: nadie se hace rico produciendo maíz, frijoles, verduras o frutas. Este debería ser uno de los temas centrales a discutir con los productores de alimentos en los diálogos para lograr los grandes pactos sociales de las diez semillas del Plan de Gobierno del Movimiento Semilla del que habló Bernardo.

Por su parte el candidato presidencial, coincidiendo con Monseñor, dijo también que la brecha existente entre lo que “constitucionalmente” quisiéramos ser y la realidad es enorme. Por eso la transformación del Estado requiere reorientar sus funciones hacia la realización del bien común y esto a su vez impone erradicar la corrupción. Los fondos públicos dilapidados en corrupción se necesitan para ser invertidos en políticas sociales. Pero ese nuevo modo de hacer política, esa promoción del “bien moral” del que habla el Papa Francisco debe buscar también una transformación de la consciencia y de la mentalidad colectiva ya que no solo se trata de desarrollo económico sino de desarrollo humano. Mientras en Guatemala subsista la desnutrición crónica en la niñez, la pobreza y el éxodo creciente hacia Estados Unidos en búsqueda de trabajo no podemos hablar de desarrollo humano dijo Monseñor. Esto nos recuerda la importancia de tener presente siempre sostenibilidad de cualquier proceso de desarrollo, la cual está basada en cuatro componentes fundamentales que deben estar presentes en cualquier debate o discusión sobre el desarrollo a organizarse conforme a las propuestas de Semilla: la dimensión o esfera económica (que como vimos en el caso de la economía campesina requiere de un tratamiento distinto al de la economía capitalista), la dimensión social (es aquí en donde debería abordarse el diálogo para los 4 pactos que mencionó Bernardo: en salud, educación, medioambiente y el tipo de desarrollo que se busca); la dimensión ecológica (porque si los ecosistemas no se preservan de la depredación se pone en riesgo a las generaciones futuras) y, por supuesto, la gobernabilidad la cual, como bien señaló el candidato presidencial de Semilla o se basa en el consentimiento de la ciudadanía o no es legítima al ser impuesta.

¿Qué temas serían prioritarios en la administración de Semilla? Aunque Bernardo recordó la importancia del Plan de Gobierno, el cual tiene incluso cálculos presupuestarios para las políticas que se piensan implementar (sin que esto signifique aumento en la tributación pues Jonathan Menkos, diputado electo para la nueva legislatura fue director del ICEFI) también mencionó su propia experiencia en la construcción de la paz y en los mecanismos de fomento del diálogo para reconstruir el tejido social, insistiendo en que para ello se requiere de la construcción de “sociedades dialogantes” al igual que, además de los temas socioeconómicos, ecológicos, de seguridad o tecnológicos dentro de las diez “semillas para el desarrollo” se encuentra la semilla del diálogo para lograr los cuatro grandes pactos sociales y dejar instalado el diálogo constitucional no tecnocrático ni partidista sino destinado a lograr la transformación del Estado incluyendo como uno de sus principales interlocutores a los pueblos indígenas.

Estos planteamientos del candidato de Semilla nos recuerdan un artículo que escribimos para una revista académica, en el cual nos referimos a la teoría de la acción comunicativa del famoso filósofo socialdemócrata alemán Jurgen Habermas, partidario de la democracia participativa como medio para encontrar una salida a la crisis política de la socialdemocracia europea, amenazada ahora mismo en España en donde el PSOE y Podemos pueden perder las próximas elecciones ante Vox y el PP. Habermas propuso la acción comunicativa la que –a diferencia del empirismo positivista y del enfoque racionalista propio de la modernidad que se basa en la razón técnica– pone énfasis en la ‘intersubjetividad’ y en el lenguaje que permite la comunicación entre ciudadanos a fin de construir acuerdos, siendo el diálogo el procedimiento esencial de la comunicación entre los distintos sujetos interlocutores. Lo anterior, trasladado al ámbito de la participación democrática supone que es indispensable entender el ‘mundo de la vida’ como fundamento para la creación de redes asociativas de ciudadanos que se orienten por intereses comunes –de beneficio para todos– que permitan superar la dinámica del conflicto y de los intereses sectoriales que caracteriza la lucha política al interior del Estado.

También es interesante constatar de qué manera lo que dice Habermas respecto al predominio de la razón instrumental coincide con las ideas del Papa Francisco sobre el ecocidio que vivimos actualmente, quien en su Encíclica Laudato Si’ responsabiliza al paradigma tecnocrático por la crisis ecológica una de cuyas expresiones es el consumismo que convierte a los seres humanos en “objetos” manipulables a través del marketing y la publicidad. Por ello la acción comunicativa es la interacción entre sujetos capaces de comunicarse por medio del lenguaje en busca del mutuo entendimiento y el consenso. Se trata entonces buscar acuerdos para evitar que los intereses técnicos, que buscan dominar, controlar y predecir, no absorban a los intereses prácticos de las ciencias sociales, que buscan comprender la sociedad, ni a sus intereses emancipatorios, que buscan liberar a la sociedad de la opresión, la exclusión y la explotación. Desde la década de los ochenta del siglo pasado Habermas ha venido insistiendo en que el interés técnico prevalecía sobre los intereses prácticos y emancipatorios. Por consiguiente, ese dominio manipulador y controlador de la razón instrumental (o técnica) explica el desencanto ciudadano con la democracia, el abstencionismo y en términos generales la crisis de gobernabilidad que sufren nuestros países, Guatemala incluida.

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