Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Como vimos en nuestro artículo anterior sobre el Plan de Paz propuesto por China a Rusia durante la visita del presidente Xi Jinping a Moscú, tenemos en dicho Plan un claro ejemplo de la brillante diplomacia puesta en marcha por Beijing para lograr la paz. El éxito obtenido al conseguir que los archienemigos Irán y Arabia Saudita (que libran una guerra en territorio del Yemen) reanudaran sus relaciones diplomáticas es notable. Por otra parte, a China le preocupa el acoso geopolítico que sufre por parte de Washington, algo evidente si recordamos la reciente visita a Taiwán de la señora Pelosi.

Para China la presencia de Estados Unidos en el Asia Pacífico responde a su obstinación por mantener una hegemonía mundial imposible en el sistema multipolar actual. El sistema multipolar, aunque todavía en proceso de formación, China lo está abordando con políticas de gran visión en el terreno económico, siendo una de ellas la “nueva ruta de la seda”, respuesta geoeconómica al desafío geopolítico de Estados Unidos. Rusia en cambio, se decidió por una respuesta militar a ese mismo desafía: al intento de la OTAN de expandirse hacia el Este utilizando a Ucrania como cabeza de playa. Frente a esta locura bélica Beijing comprende muy bien que la única forma de detener la guerra es con negociaciones de paz, como las que Moscú comenzó inmediatamente en marzo del año pasado gracias a la mediación de Turquía, pero que fueron bloqueadas por Washington.

Otro intento de mediación del ex Primer Ministro israelí Naftalí Bennett fracasó por las mismas razones (ver sus declaraciones en https://youtu.be/O10svZJ2Fps). De manera que el gran proyecto geoeconómico chino de la ruta de la seda podría esfumarse en una Tercera Guerra Mundial si no se logra aplacar el hegemonismo americano. De allí su genuino interés por la paz. Sin embargo, ante el hecho que Washington le ha apostado a un triunfo militar ucraniano utilizando el armamento convencional de la OTAN (tanques Leopard y Abrahms, aviones, misiles, drones etc.) es muy poco probable que la Casa Blanca acceda a una negociación de paz tan compleja como la que propone Beijing.

Y como se trata de evitar que la parte más poderosa en este conflicto acabe con la más débil (la batalla de Bajmut se puede convertir en el Stalingrado de los ucranianos), nuestro punto de vista es que habría que apostarle a la solución de la crisis humanitaria en forma seria (no con maniobras de distracción como la “orden de captura” del TPI) y buscar lo antes posible un cese de fuego, porque poner fin a la matanza de civiles y a la destrucción de infraestructura: esa es la mejor forma de prestarle un servicio al derecho humanitario internacional. Además porque esto permitiría “congelar” el conflicto mientras las partes contendientes se ponen de acuerdo para iniciar negociaciones que, de seguro, serán de larga duración.

Y decimos lo anterior porque, la disputa es esencialmente territorial. En efecto, si nos ponemos en los zapatos de los ucranianos es claro que no van a renunciar a los territorios del Donbás anexionados por el Kremlin pero por el lado ruso, habría que admitir que Crimea es innegociable para Moscú.

La flota rusa del mar Negro está anclada en Sebastopol. Putin, sin embargo, en conferencia conjunta con el presidente Xi Jinping al fin de la visita dijo que “muchas disposiciones del plan de paz chino pueden tomarse como base para resolver el conflicto” aunque añadió que no veía que en Occidente estuviesen “preparados” para considerarlo.

Por su parte el presidente Xi Jinping dijo que su gobierno estaba en favor de la paz y del diálogo porque China se encontraba “en el lado correcto de la historia” y que China sería imparcial en la mediación del conflicto. En consecuencia, si Occidente está genuinamente interesado en la paz, lo menos que cabría esperar de EE. UU. y de la OTAN es que aceptaran, como mínimo, un cese de hostilidades (alto al fuego) “congelando” el conflicto mientras se disminuyen los ánimos exaltados y se abordan con seriedad las negociaciones.

Pero veamos ahora cuales son los casos paradigmáticos que nos pueden ayudar a entender en que consiste eso de “congelar” el conflicto como la salida menos problemática mientras las partes sientan cabeza: El primero que debe recordarse es el de la región de Cachemira entre la India y Pakistán en conflicto desde 1947, luego de que ambos países obtuvieran su independencia del imperio británico. Recordemos que la división entre los dos países responde a la religión pues Pakistán es musulmán mientras que en la Indía la mayoría de la población es hinduista.

La disputa sobre quien ejerce soberanía sobre que porción de territorio ocurre en la zona montañosa en donde termina la cordillera del Himalaya y comienza el Karakoram, que es donde se encuentran las 14 cumbres de mayor altitud del mundo. Los estados de Jammu y Cachemira están bajo control indio, incluyendo Ladak, zona de gran altitud en donde habita una etnia budista de origen tibetano, mientras que Pakistán tiene bajo control las áreas del norte de Cachemira Gilgit y Baltistan habiendo tropas de ambos países estacionadas permanentemente en la zona del glaciar de Siachen que incluso colinda con zonas en las que no hay delimitación de fronteras con China en el Valle de Shaksgam y en la zona de Aksai Chin, fronterizas con Tibet y el Xinjiang chinos.

La postura oficial de la India es que Cachemira en su totalidad es una parte integrante de su territorio mientras que Pakistán sostiene que se trata de territorios en disputa que solo puede resolverse por medio de un plebiscito, consultando a la población. Ha habido cuatro guerras entre los dos países en los años de 1947, 1965, 1971 y 1999 y además Pakistán apoya a grupos separatistas (que la India considera terroristas) como el Frente de Liberación de Jammu y Cachemira. Para colmo de males los dos países se han dotado de un arsenal nuclear pues no pertenecen al TNP.

Sin embargo, gracias a la intervención del Consejo de Seguridad se mantiene un cese de hostilidades que es supervisado el Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas en la India y el Pakistán que por los menos, hasta ahora, han logrado que se mantenga el alto al fuego: “Desde que se reanudaron las hostilidades en 1971, el UNMOGIP ha permanecido en la zona para observar los acontecimientos relativos a la estricta observancia del alto el fuego de 17 de diciembre de 1971 e informar sobre los mismos al Secretario General” dice la correspondiente ficha informativa de Naciones Unidas.

Otro caso análogo es Chipre. La isla se compone de una población turca minoritaria y otra de origen griego mayoritaria lo cual dio motivo a los turco-chipriotas para rebelarse porque, según ellos, al otorgarles su independencia la potencia colonial (Gran Bretaña) privilegió a los greco-chipriotas por encima de los turco-chipriotas y esto a su vez dio lugar a una intervención de las fuerzas armadas turcas que ocuparon la parte de territorio chipriota consideraban de mayoría de población turca. Por cierto, la parte griega de la isla en la actualidad es un país miembro de la Unión Europea y obviamente está en desacuerdo con el ingreso de Turquía a la UE mientras no se resuelva el conflicto con la “República Turca del Norte de Chipre”, autoproclamada en 1983, y que solo es reconocida por Turquía.

La ficha informativa correspondiente de Naciones Unidas dice textualmente lo siguiente: “El Consejo de Seguridad estableció originalmente la UNFICYP en 1964 para impedir nuevos enfrentamientos entre las comunidades grecochipriota y turcochipriota. Tras las hostilidades de 1974, el Consejo ha ordenado a la Fuerza de las Naciones Unidas que realice determinadas funciones adicionales. En ausencia de una solución política al problema de Chipre, la UNFICYP ha permanecido en la isla para vigilar las líneas de alto el fuego, mantener una zona de amortiguación, llevar a cabo actividades humanitarias y apoyar la misión de buenos oficios del Secretario General”: ¡Desde 1964 el conflicto está congelado! El número actual de personal militar desplegado para mantener la paz y la separación de los contendientes es de 1,013 individuos de los cuales hay 746 elementos de tropa, 64 de policía, 151 civiles y 52 miembros del Staff.

 

La ocupación de territorio sirio en las llamadas “alturas del Golán” por las fuerzas armadas de Israel, desde la guerra de los seis días en 1967 es el otro caso que se debe tener presente. Naciones Unidas en la famosa resolución 242 del Consejo de Seguridad que, cosa rara, fue adoptada por unanimidad dice que se trata de un territorio ocupado que Israel debe desalojar mientras que para Israel es los 1,800 kilómetros cuadrados son “territorio en disputa” que ya se encuentran integrados al sistema administrativo israelí como “Distrito Norte” mediante una ley aprobada por el Parlamento israelí en la cual se evita la utilización del término “anexión”. Esto motivó que otra resolución unánime del Consejo de Seguridad (la 497 de diciembre de 1981) que declaró nula y sin valor la mencionada ley.

Posteriormente hubo aclaraciones en el sentido que dichos territorios no están anexados pero que Israel los considera “un emplazamiento estratégico esencial para mantener su seguridad y su aprovisionamiento hídrico” y que serían la base negociadora de un futuro acuerdo de paz con Siria. Acuerdo que todavía no llega ni lo hará pronto porque la guerra civil todavía no concluye en ese país. Mientras tanto el conflicto continúa “congelado” y Naciones Unidas señala en la ficha correspondiente que la Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la Separación (FNUOS) se encuentra allí para mantener el alto al fuego entre las fuerzas de Israel y Siria con una dotación de personal de 1,248 individuos de los cuales hay 1,069 tropas de mantenimiento de la paz, 125 civiles y 54 miembros del Staff.

Y el último caso de congelamiento de un conflicto armado internacional (que –de lejos– no es el menos importante) es el caso coreano. Como sabemos en los años 50 del siglo pasado la guerra de agresión desatada por Corea del Norte (en ese entonces gobernada por Kim il Sung, abuelo del actual dictador) contra sus compatriotas de Corea del Sur dio lugar a una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ordenando la retirada de los invasores. Como dicha resolución no fue acatada la organización mundial organizó una fuerza militar internacional –cuyo comandante en jefe fue el general norteamericano Douglas McArthur– para obligar a los agresores a retirarse restableciendo el statu quo en una misión de “imposición de la paz” (peace enforcement) cosa que se logró en el relativo corto lapso de unos tres años. Hay que tener presente que el caso de las dos Coreas y la Guerra del Golfo en 1991 cuando Saddam Hussein lanzó una agresión similar contra Kuwait son los dos únicos casos de aplicación de la normativa del capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, específicamente de lo establecido por los artículos 39, 42 y 43 de la Carta. Impecable. De allí su importancia.

 

Por supuesto, la pregunta que los lectores se estarán haciendo es cómo fue posible que ni China ni Rusia opusieran su derecho de veto en el caso coreano (porque en el de Kuwait no tenían intereses en juego). Y la respuesta es sencilla, porque cuando la resolución de Corea se adoptó el embajador ruso estaba ausente manifestando así su protesta porque Estados Unidos no reconocía todavía al nuevo gobierno comunista de Mao Tse Tung instalado en Beijing, de manera que el asiento de China en el Consejo de Seguridad estaba ocupado por el representante de las fuerzas nacionalistas que se habían refugiado en la isla de Taiwán.

Como era de esperarse la respuesta china fue mucho más drástica porque enviaron tropas a combatir en la guerra. Como sabemos, las tropas de Naciones Unidas obligaron a retirarse atrás del paralelo 38 a las fuerzas norcoreanas y esto dio lugar a las conversaciones de Panmunjon que permitieron que el 27 de julio de 1953 se alcanzara un acuerdo entre el Comando de Naciones Unidas, el Ejército Popular de Liberación chino y el Ejército Popular de Corea del Norte quienes acordaron, mediante un armisticio, poner fin a los combates. Además se estableció una zona desmilitarizada (DMZ por sus siglas en inglés) de 4 kilómetros de ancho a todo lo largo del paralelo 38 la cual, por cierto, actualmente se encuentra convertida en un verdadero paraíso ecológico que funciona solo, sin necesidad de fuerzas de mantenimiento de la paz.

De modo que, aunque Corea del Sur no haya firmado Acuerdo de Paz alguno con los norcoreanos y Corea del Norte se haya convertido en una amenazante potencia nuclear, también es preciso admitir que el “congelamiento” del conflicto ha funcionado relativamente bien durante estos setenta años. Cuando todo el mundo compra aparatos electrónicos y los automóviles fabricados en Corea del Sur nadie recuerda que ese país todavía se encuentra “técnicamente en guerra” con sus vecinos (y compatriotas) del norte pero como Corea del Sur cuenta con la sombrilla nuclear protectora de Estados Unidos no esperan ningún ataque inminente de Pyonyang.

Además tienen unos 28,500 soldados americanos estacionados permanentemente, algo que le cuesta a Seul unos mil millones de dólares anuales porque al igual que sucede con las tropas de Estados Unidos en Alemania y en Japón quienes gozan de esa “protección” deben pagarla. Entonces, como China contempla en su Plan de Paz el cese de fuego como uno de sus puntos principales habría que comenzar por allí. Y “congelar” el conflicto mientras se pueden abordar serenamente el resto de las negociaciones.

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