Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Luis Alberto Padilla

En esta parte del mundo es muy raro conocer el pensamiento de intelectuales de otras regiones o países que no sean los habituales norteamericanos o europeos. Tenemos una cultura neocolonial totalmente eurocéntrica. Casi todos los libros y académicos que citamos y conocemos vienen, por lo general, de cinco países: Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra e Italia. No se leen ni se conocen intelectuales rusos y de España, Portugal o América Latina conocemos poco. Y no hay acceso a libros o conferencias de pensadores asiáticos, africanos o de países como Japón o China. Por eso vale la pena comentar algo acerca del pensamiento de Lanxin Xiang, un distinguido académico chino quien, por cierto, en una conferencia en noviembre del año pasado realizada en el Watson Institute de la Universidad Brown (Rhode Island) le dijo a un atento auditorio americano que en la época durante la cual la civilización china se encontraba el centro del mundo, el término que se utilizaba para referirse a los europeos era el equivalente al de “bárbaros” – el mismo que utilizaron los romanos para referirse a las tribus salvajes que poblaron la Europa de la antigüedad y que asolaron a Roma constantemente, hasta que la hicieron caer originando así la Edad Media y el reinado de la Iglesia Católica junto al papado durante un milenio. Pero en cuanto a los rusos, continuó diciendo el profesor Xiang, teníamos un término mucho peor porque en chino se usa para designar a personas que no son dignas de confianza. Sin embargo, esa “improbable hermandad ruso-china” ahora se encuentra en su mejor momento “desde los tiempos de Catalina la Grande” porque en su tormentosa historia rusos y chinos han tenido más desencuentros que encuentros y recordó como en una conversación con Putin en Sochi, ese soleado balneario ruso en las riberas del mar Negro, comentaron con ironía las discrepancias que mantienen en torno a la demarcación de la extensa frontera común en Siberia.

O sea que este personaje autor de libros como The Quest for Legitimacy in Chinese Politics (La búsqueda de Legitimidad en la Política China) o Recasting the Imperial Far East: Britain and America in China 1945-50 (Revisando el Extremo Oriente Imperial: La Gran Bretaña y Estados Unidos en China 1945-50) entre otros, graduado de John Hopkins y profesor visitante de universidades occidentales al mismo tiempo que dirige el Instituto de Políticas de Seguridad de Shanghai, miembro distinguido del jet set académico internacional que se da el lujo de conversar con Putin cara a cara, al mismo tiempo que afirma que China no puede avalar ni la nueva doctrina del “first strike” (primer golpe) con armas nucleares tácticas (Putin ha dicho que frente a una “amenaza existencial” Rusia se vería obligada a hacerlo) ni la destrucción de infraestructura civil en Ucrania (en donde China “ha realizado cuantiosas inversiones” recordó Xiang) asegurando que tampoco cabría esperar que en un futuro próximo se vaya a conformar ninguna “alianza militar” entre Rusia y China o, menos aún, a proporcionar armamento chino a Rusia como drones de alta tecnología, mucho más eficaces que los recibidos de Irán.

Para comprender mejor el pensamiento de este profesor visitante de la Universidad de Harvard, hemos leído un artículo aparecido en la revista Russia in Global Affairs ( https://eng.globalaffairs.ru/articles/the-peak-moment-for-china-russia-ties/) en donde Xiang señala que tampoco habría que equivocarse subestimando “los sólidos fundamentos de la relación ruso-china” ya que no se trata de ningún “matrimonio por conveniencia” puesto que en la actualidad ambos países poseen una visión compartida de cómo habría que reestructurar el orden mundial manejando también un marco operativo apropiado para “armonizar los intereses nacionales” de ambos países. Las dos potencias comparten una visión geoestratégica que se opone a las pretensiones de “unipolaridad” de Estados Unidos reitera Xiang y ven a estos como una “potencia decadente” por empeñarse en el espejismo de una hegemonía mundial justo cuando la tendencia mundial es hacia la multipolaridad y al pluralismo de poderes. Washington padece de una “resaca post imperial” afirma Xiang, resaca que se expresa en esos “temores infundados” ante el renaciente poderío – “restauración nacional” la llama – de Rusia y de China. Tratar de poner un alto a estos procesos es un error desde su punto de vista porque Washington tendría que comprender que ya pasaron los tiempos de la paz americana así que deberían adaptarse al ordenamiento que se perfila en el horizonte admitiendo que “la cultura china es fundamentalmente antihegemónica” y que, el sistema internacional actual “moralmente corrupto” o se reforma o “no durará mucho tiempo”. La política exterior de China “ha levantado el espectro de una alternativa significativa al modelo occidental de ordenamiento internacional por primera vez en tres siglos” por lo cual las preguntas pertinentes no son sobre si China va a cumplir las reglas que quieren imponerle los occidentales, esos tiempos ya pasaron.

Por cierto, en un libro de mi autoría publicado el año pasado uno de sus capítulos lleva el nombre de “la decadencia del orden de Westfalia” no solo porque fue establecido en el siglo XVII para solucionar problemas de la Europa de aquel entonces sino porque la civilización china, “centro del mundo” en su propia región del orbe, no participaba del orden de Westfalia y por ende sus estándares actuales no se pueden aplicar a un actor no occidental como China nos dice. Occidente tendría que aceptar que pueden haber órdenes alternativos “sin hegemonía o equilibrio de poderes” dice Xiang no sólo porque la hegemonía permanente de alguna potencia es indeseable sino porque inevitablemente los hegemonismos terminan provocando guerras. Incluso, más que de “equilibrios” habría que tener dirigentes que se comporten de manera “moralmente correcta”. El incremento del poder económico y político chino demuestra que un actor no occidental es igualmente hábil, poderoso y con la voluntad para insertarse adecuadamente en el escenario mundial: “En este sentido el reconocimiento del legítimo rol como actor internacional implica, sobre todo, el tratamiento de Beijing como un socio igualitario en la sociedad internacional todavía dominada por Occidente”. La tendencia a comparar a China con osos panda o con dragones, según la perspectiva de paloma o de halcón que aplique un occidental no es precisamente la mejor manera de abordar la problemática descrita, como tampoco resulta apropiado promover nuevas alianzas tipo “Indo-Pacífico” para contrarrestar el poderío chino o expandir la OTAN hacia el Este para penetrar en los países de la esfera de influencia rusa como lo sucedido en Ucrania. Xiang recuerda que China ha propuesto a Washington un nuevo tipo de relaciones de igual a igual en tanto que grandes potencias, sin respuesta hasta ahora, igual que ignoraron la petición rusa para declarar a Ucrania neutral, algo que pudo haber evitado la guerra.

Por el lado económico las relaciones ruso-chinas también han mejorado nos dice Xiang recordando cómo China se ha convertido en el mayor socio comercial de China, las inversiones chinas en Rusia que han crecido un 80% y de qué manera los oleoductos y gasoductos de la ruta de la seda están ya operativos (a pesar de que no le gustaban a Rusia al principio, recuerda Xiang). A esto hay que agregar cooperación en materia nuclear, en manufactura aeroespacial, trenes de alta velocidad, construcción de infraestructura e incluso el nuevo Banco de los BRICS. También China se ha convertido en uno de los mayores importadores de armamento ruso y se discuten proyectos conjuntos en la esfera militar incluyendo para combatir el terrorismo. En Siria Beijing está de acuerdo con que Rusia apoye al gobierno de ese país en el combate de “fuerzas terroristas” pero espera que pláticas entre las partes ayuden a resolver el conflicto. Las relaciones políticas de alto nivel también son cada vez más estrechas pues desde el 2013 Putin y Xi se han reunido con cada vez mayor frecuencia nos recuerda Xiang quien concluye su artículo señalando que al mismo tiempo que las relaciones ruso-chinas se encuentran en su punto más alto las relaciones con Estados Unidos se deterioran en forma creciente y “como nadie parece en condiciones de persuadir a los líderes americanos de ceder en sus fantasías y políticas hegemonistas, la colaboración estratégica entre Beijing y Moscú permanecerá como una saludable manera de detener la ‘locura unipolar’ de Washington”.

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