Luis Alberto Padilla
En mis tiempos de estudiante el rectorado de la Universidad se ganaba por méritos académicos, no por componendas políticas. Carlos Martínez Durán, Jorge Arias de Blois, Edmundo Vásquez Martínez, Rafael Cuevas del Cid –por mencionar algunos nombres de los rectores de esa época– fueron grandes académicos, intelectuales y profesores. De una dignidad incuestionable a la hora de enfrentarse, si esto se hacía necesario, a los gobiernos de turno. Los políticos marrulleros, corruptos y acomodaticios fueron un resultado no buscado de la reforma constitucional que permitió al sector académico participar en las comisiones de postulación. En mala hora. Lo que se diseñó con las mejores intenciones llevó la corrupción al interior de nuestra única universidad pública. Y lo mismo ocurrió con la AEU y el movimiento estudiantil que también fue secuestrado por sectores obscuros durante largos períodos hasta que sectores estudiantiles honestos decidieron recuperarla. Es por ello que, ahora que se abre una oportunidad para recuperar esa presencia activa y digna de nuestra Alma Máter en la vida política nacional es absolutamente indispensable articular esfuerzos en aras de una candidatura que permita recuperar no solo el prestigio de aquellos años en que la Universidad de San Carlos era genuina expresión de intereses populares y nacionales sino, sobre todo, una presencia de nuestra máxima casa de estudios para contribuir de manera efectiva a la solución de la problemática nacional de conformidad con el mandato constitucional.
Aunque todas las candidaturas al rectorado de la Usac son dignas de respeto y consideración, no cabe duda que la sorpresa ha sido dada por Jordán Rodas, candidato de SOS Usac que logró posicionarse en segundo lugar con muy escaso tiempo de campaña frente a otras candidaturas que venían siendo trabajadas desde el año pasado y aún antes si se toma en cuenta que, por lo menos dos de ellas, son de decanos de grandes Facultades (Economía y Humanidades) y que, incluso, ya han sido reelectos. Es evidente que tanto el hecho de haberse proyectado como dirigente nacional al frente de la PDH así como su buen desempeño en defensa de los derechos humanos es algo que ha favorecido a Rodas, al igual que el hecho de no haber soslayado sus obligaciones como ombudsman, y esto a pesar del enfrentamiento con congresistas que trataron de defenestrarlo en reiteradas ocasiones llegando al extremo de bloquear fondos presupuestarios asignados para el funcionamiento regular de la entidad a su cargo. En tales circunstancias, lo deseable sería ahora que los distintos candidatos que se interesan en una genuina renovación de la Universidad adopten como acuerdo mínimo básico el de impedir el triunfo de los sectores obscuros. Las alianzas programáticas pueden ser un factor –si las cosas se miran con visión de mediano y de largo plazo– para llevar a la rectoría de la Usac a alguien que cuente con el apoyo de los sectores académicos en los que se mueven tanto Jordán Rodas como personalidades como Carlos Valladares, María Paz, Erwin Calgua, Luis Suárez o Abraham Baca.
Abordando cuestiones concretas e independientemente de los temas programáticos de cada candidato, se podría hacer un esfuerzo en el que todos coincidieran, como el de la reestructuración del sistema universitario de gobierno. Por ejemplo, la creación de vicerrectorías a cargo de la investigación y asuntos académicos mientras que otra se ocuparía exclusivamente de temas administrativos –como ya se hace en la URL– podría facilitar esa gobernabilidad interna en una universidad con cientos de miles de estudiantes y miles de profesores. Además, cómo más que acercar a la universidad a la ciudadanía por medio de la extensión y la cultura, ahora lo que se requiere es una auténtica relación intercultural que permita a los pueblos originarios y los movimientos sociales acercarse a la Universidad para transmitir sus conocimientos permitiendo un verdadero “diálogo de saberes” entre la academia y la sociedad civil, otro vicerrector podría encargarse de la extensión entendida en el marco del diálogo intercultural.
Pero más importante aún es lo que han señalado algunos analistas que sugieren que siendo la Universidad un “microcosmos de Guatemala” el test de las actuales elecciones rectorales es crucial porque podría arrojar enseñanzas para los comicios generales del año entrante, que requieren también de un esfuerzo de gran magnitud para derrotar al pacto de corruptos llevando candidatos honestos a ocupar la mayoría de curules parlamentarias así como a la presidencia y vicepresidencia de la república, mediante la conformación de un frente amplio que permita articular las candidaturas y posiciones de todos quienes se oponen a la corrupción. Hay que terminar con la cleptocracia e iniciar los gobiernos de la gente decente y honesta. Si eso llegara a ocurrir a escala nacional, la nueva legislatura que se instale en el 2024 permitiría también abrir las puertas para una reforma de la ley orgánica de la Usac que permita democratizarla reestructurando el Consejo Superior Universitario.
Al mismo tiempo deberían proponerse mecanismos apropiados para que el aumento en la representación no redunde en perjuicio de la gobernabilidad. Los temas administrativos quedarían a cargo de la vicerrectoría correspondiente, quien debería conocerlos y aprobarlos, de modo que al ente colegiado sólo llegaran aquellos asuntos que, por haber sido objetados por Auditoría interna o por la Contraloría General de Cuentas, requiriesen correcciones, aclaraciones o sanciones. Además, habría que pensar que los sectores profesionales –en esta Guatemala del siglo XXI– se mueven ciertamente en un campo de juego muy distinto del que existía en 1945, razón por la cual tampoco tienen mucho que hacer en la gobernanza universitaria. Por otra parte, aunque los estudiantes y profesores de los centros universitarios del interior ciertamente deben participar en los procesos electorales internos, esto no debería implicar representación separada ante el Consejo. En síntesis, los actuales comicios universitarios constituyen una oportunidad única para que la Universidad recupere su presencia y se constituya en el ejemplo de democracia que el país requiere a escala nacional. Todos los candidatos que se oponen a los sectores obscuros deberían hacer un ejercicio para negociar tales alianzas programáticas facilitando las difíciles tareas que se avecinan.