Por Luis Alberto Padilla
En su libro “El Gran Fracaso. 150 años de capitalismo ineficiente concentrador y excluyente en Centroamérica” Alexander Segovia demuestra cómo la responsabilidad por aumento de los flujos migratorios hacia el norte corresponde enteramente a la ineficiencia e incapacidad de las “elites depredadoras” que controlan el poder económico (e indirectamente el político) del “cuadrángulo Norte” (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua). Sólo se salva Costa Rica, gracias a que en ese país el Estado (a contrapelo de las infames recetas neoliberales) ha sido capaz de poner orden con políticas sociales de redistribución de la riqueza y regulación del mercado. Por eso, y porque es el único país realmente democrático de la región, no hay migración de ticos a los Estados Unidos. Además, Segovia demuestra que la tan cacareada “estabilidad macroeconómica” de los neoliberales criollos no es consecuencia de la ortodoxia neoliberal sino de las remesas que envían nuestros heroicos compatriotas (ellos si: verdaderos emprendedores) que han emigrado al norte para escapar de la miseria, los bajos salarios y la inseguridad de todo tipo que se padece en los países del cuadrángulo.
Por su parte Aquiles Faillace recuerda en un artículo de El Periódico que, desde que el capitalismo salvaje neoliberal se instaló en el mundo, los gobiernos se han hecho de la vista gorda con los excesos patronales para eliminar prestaciones y contratos por tiempo indefinido de modo que la precariedad laboral aumentó y la gente sufrió un decremento de sus ingresos, todo ello agravado por la pandemia. Sin embargo, ahora que la economía comienza a reactivarse las famosas “cadenas de suministro” (transportes, servicios, levantamiento de cosechas) se encuentran en crisis precisamente porque los trabajadores nativos se niegan a retomar trabajos en condiciones de precariedad. Faillace señala que en Estados Unidos, Canadá y Europa hay una “gran renuncia” de trabajadores que están dejando vacantes “millones de puestos de mano de obra no calificada y estos puestos están siendo llenados a través de la migración irregular… ese tremendo aumento en la migración de jóvenes que al ver cero oportunidades en nuestro país decide arriesgar la vida con tal de tener futuro” agregando que se debería replantear nuestro modelo laboral pues “nunca lograremos ni bienestar ni desarrollo con una propuesta esclavista basada en la mano de obra barata y exención de impuestos”.
Por cierto, Juan Alberto Fuentes Knight – en otro artículo reciente – se pronuncia por darle un vuelco a la agenda migratoria “por medio de una migración regular y protegida” recordando que el Pacto Mundial de Migración de Naciones Unidas (aprobado en Marruecos en diciembre del 2018) pide a los gobiernos de todo el mundo “aumentar la disponibilidad y flexibilidad de vías para la migración regular” reduciendo sus vulnerabilidades. Y esto a pesar de que, evidentemente, tanto Guatemala como México y los Estados Unidos (en “atención a intereses electorales”) no lo tienen dentro de sus prioridades alegando que el fenómeno es resultado de factores de expulsión cuando “también hay una causa de raíz en Estados Unidos, originada por la atracción de mano de obra barata por parte de empresarios allá”. Por estas razones Fuentes afirma que ante el fracaso de los intentos por frenar la migración hay que facilitar la migración regular y protegida – como la de niños para reunificación familiar o la ampliación del programa de visas de trabajo en agricultura o servicios. La Casa Blanca haría bien entonces en preocuparse más por la regularización de los flujos migratorios pues ante la disyuntiva (el cambio de régimen en los países del cuadrángulo) más le convendría apostarle a satisfacer las necesidades de su mercado laboral interno.