Cada día se ha vuelto más frecuente -y descarado- el uso que los sinvergüenzas hacen del nombre de Dios y tanto en sus discursos como en redes sociales están manifestando su supuesto servicio al Ser Supremo ante el que se quieren exponer como muy fuertes y muy firmes. Hace ya mucho tiempo que se mezcla la religión con la política y es interesante ver que quienes más lo hacen son los que están justamente al servicio del mal y promoviendo la mayor pobreza y miseria de la gente que sufre los efectos del inmisericorde saqueo que se hace de los fondos públicos.
No se puede olvidar el famoso cierre de cualquier discurso que tenía aquel expresidente que casi con lágrimas en los ojos clamaba porque Dios bendijera a Guatemala; y lo mismo hacen quienes ahora lo protegen para que no tenga que rendir cuentas ante la ley por los desmanes cometidos que tanto perjuicio causaron a la gente.
Viene a cuento lo anterior porque en la lectura del día de hoy, Miércoles de la XI semana del Tiempo Ordinario, está el Evangelio según San Mateo que textualmente cita a Jesús diciendo; “Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra a tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu padre que ve lo secreto, te recompensará”.
Y es que el manoseo que hace del nombre de Dios esa gente que no tiene empacho en actuar, no solo contra la ley sino contra elementales principios de decencia, es un verdadero insulto que, por lo que señala el texto de la Sagrada Escritura, el mismo Dios valora como corresponde. El compromiso de cada quien con el Ser Supremo no es algo que se pregone en discursos sino que se manifiesta en las obras, en el estilo de vida y en el compromiso con los semejantes, pero quienes están urgidos de darse baños de supuesta pureza –porque saben de qué largo es la cola que arrastran–, creen que invocando públicamente el nombre divino se lavan la cara de tanta porquería.
Creemos importante reparar en esos detalles porque el mismo Jesús, según ese evangelio, mostró su profundo desprecio por quienes hacen pública ostentación de su supuesto apego a una religión que, en la vida diaria y práctica, les viene del norte sin tener el menor significado pero, pese a ello, al revisar las redes sociales de los más sinvergüenzas o escuchando sus discursos, vemos que la enseñanza divina les vale gorro.