Hoy estamos viendo la compra de un sistema informático que hace el Tribunal Supremo Electoral sin preocuparse por la rendición de cuentas y a un precio que los expertos consideran elevadísimo. Foto La Hora: AFP.

 

Hubo tiempos en los que los políticos y funcionarios hacían sus movidas preocupándose por guardar las apariencias para dar la impresión de que estaban trabajando por la gente y que sus motivaciones no tenían nada que ver con la búsqueda del beneficio personal. En esos remotos tiempos la opinión pública se mantenía muy atenta y, cuando percibía algo indecoroso, se sentía el repudio ciudadano al comportamiento de esa clase de políticos. Escándalos como el de las corcholatas en tiempos de Ydígoras Fuentes no solo desprestigiaron al entonces presidente, sino que hasta dieron lugar a un cuartelazo en el que el golpista declaró que llegaba para imponer una “operación honestidad”.

Con el correr de los años las cosas han cambiado radicalmente y ahora nadie se ocupa de guardar apariencias y los negocios dejaron de hacerse bajo la mesa porque son de pleno conocimiento de una opinión pública que, a diferencia de aquella del siglo pasado, no se inmuta y sigue su vida sin complicaciones, aun sabiendo que le roban. Y es que aquellas épocas los negocios turbios eran la excepción y no la regla, mientras que ahora la excepción son los negocios del Estado bien hechos, con transparencia y rendición de cuentas.

Obviamente, ha cambiado nuestra clase política, pero también el ejercicio de la ciudadanía y es difícil entender qué fue primero, si el huevo o la gallina. Porque sin duda la voracidad y la ambición siempre han existido, pero ese temor bien fundado a las reacciones ciudadanas era un freno para la realización de trinquetes y cuando se hacían eran con gran sigilo, ocultando la maniobra para que nadie se percatara de la intención de robar al erario. En cambio, cuando la opinión pública se empezó a relajar y empezó dándole la bienvenida a todos los círculos sociales a los nuevos ricos producto de la corrupción, el panorama cambió radicalmente.

Hoy estamos viendo la compra de un sistema informático que hace el Tribunal Supremo Electoral sin preocuparse por la rendición de cuentas y a un precio que los expertos consideran elevadísimo, además de que el proveedor fue señalado en Honduras y Colombia por las anomalías que afectan la transparencia del proceso. Pero, como decimos, ni guardan las apariencias, no obstante las profundas dudas que ya hay sobre la calidad de este TSE para evitar un fraude en los comicios.

Pero en la medida en que los ciudadanos le demos vuelta a la página, si mucho lamentando lo que está pasando en el país, la situación no tiene ni podrá tener remedio.

Redacción La Hora

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