Numerosas son las quejas de los migrantes guatemaltecos respecto a la forma en que se ha conducido el proceso para garantizarles el derecho a voto, destacando entre ellas el descuido y desinterés de las autoridades para facilitar el empadronamiento, no obstante que a cada rato hacen costosos viajes supuestamente con ese fin. A ello se agrega la selección de los centros de votación que obligarían a los pocos empadronados a viajar cientos y hasta miles de millas para llegar a ellos desde sus lugares de residencia y, últimamente, la designación de Hugo Mérida para que apoye en la “coordinación del voto en el extranjero”.
Si hemos de ser honestos y transparentes, el voto en el extranjero ha sido un excelente pretexto para que magistrados y funcionarios del Tribunal Supremo Electoral viaje con gastos pagados a supuestas jornadas de empadronamiento que resultan un fracaso. Y no sirven porque no se realizaron campañas de información o porque, cuando se hicieron, resultan canceladas porque no llegaron los del Registro de las Personas o los del TSE, situación que ha sido constantemente denunciada por nuestros compatriotas.
El Ministerio de Relaciones Exteriores tiene información de casi tres millones de guatemaltecos que viven en Estados Unidos, cifra que puede ser mucho mayor porque resulta muy difícil llevar un registro preciso de los que viven ilegalmente en ese país, lo que obligaría a tener una efectiva logística para garantizarles el voto. Ayer publicamos una nota sobre las quejas de los migrantes relacionadas con el tema electoral y es frustrante ver que a quienes mantienen la economía del país se les trate con ese nivel de displicencia.
Un total de 85,013 guatemaltecos residentes en el extranjero están empadronados para votar, lo cual es una cifra insignificante y, de todos modos, no emitirán sufragio por la forma en que se programan los centros de votación, muchos de ellos distantes de aquellos lugares donde se concentran más nuestros compatriotas. Pero el Tribunal Electoral gastó, únicamente el año pasado, la cantidad de 3.8 millones para las jornadas de empadronamiento en el exterior que, repetimos, fueron un fracaso por mala coordinación de las autoridades.
Nuestros compatriotas que han emigrado son vistos de menos y hasta con desprecio por las autoridades del país, que únicamente ponen atención al monto de las remesas que envían para ayudar a millones de parientes que se han quedado aquí y dependen, absolutamente, de lo que mensualmente juntan esos migrantes. A estas alturas es imposible impulsar el voto de ellos porque han sido deliberadamente abandonados y el tema sigue sirviendo para el compadrazgo.