Alfombra rusos mineria Ley Magnitsky
El que ahora la Fiscal General pase el caso ruso a la Fiscalía de Lavado de Dinero no es más que un desesperado esfuerzo por lavar cara, aunque la investigación no puede llegar a fondo porque eso rompería el pacto que hay entre el Ministerio Público y la Presidencia. Foto: La Hora.

El comunicado del gobierno tras la aplicación de la Ley Magnitsky a los ejecutivos de minería que opera en Guatemala, como consecuencia directa de actos de corrupción, demuestra cuánto les caló la noticia del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, al punto de que se sacan de la manga que esa decisión fue resultado de la estrecha colaboración de Guatemala con Washington. En realidad los agarraron con los calzones en la mano y al sentir los pasos de un animal tan grandote (que les hizo pensar en el destino de Juan Orlando Hernández) decidieron sacar el vestido de primera comunión para hacerse los santitos.

Las licencias de la minería vienen de atrás y algún día será justo y necesario contar las costillas de todos los que las otorgaron porque, evidentemente, casi todo giró alrededor de mucho dinero. Es cierto que desde hace muchos años que uno de los grandes campos para la corrupción ha sido el trámite de esas autorizaciones para explotar los recursos naturales y por ello el Ministerio de Energía y Minas ha sido una auténtica viña. Pero lo de las licencias es una cosa y los otros privilegios que se van acumulando a través del tiempo, como por ejemplo el uso de enormes contingentes de la fuerza pública para reprimir cualquier acto de protesta de los pobladores afectados por la actividad minera, es harina de otro costal o, mejor dicho, dinero de otra alfombra.

El comunicado es una muestra del cinismo absoluto de las autoridades. Si el actual Presidente de la FIFA se voló la barda defendiendo a Qatar, país que compró con sobornos la realización de la Copa del Mundo, el comunicado de la Cancillería y el gobierno de Guatemala es igual o peor de cínico y descarado porque nadie, absolutamente nadie, ha olvidado lo que fue la famosa alfombra y su repercusión en el desmantelamiento de la FECI. El que ahora la Fiscal General pase el caso ruso a la Fiscalía de Lavado de Dinero no es más que un desesperado esfuerzo por lavar cara, aunque la investigación no puede llegar a fondo porque eso rompería el pacto que hay entre el Ministerio Público y la Presidencia.

Bien se dice que no hay mal que dure cien años y en ese sentido las sanciones foráneas empiezan a hacer efecto y se ve que causan enorme preocupación; tanto como para inventarse una de vaqueros respecto al papel que jugó el mismo Giammattei y su gobierno en la investigación del Departamento del Tesoro, asegurando que todo fue producto de su excelsa cooperación.

Redacción La Hora

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