El pasado fin de semana empezaron los desfiles navideños, a más de un mes de que se celebre el nacimiento del Niño Dios, y aún sin empezar el Adviento ya la población empieza a tener los ojos puestos en las festividades y en los convivios, situación que no es nueva en la vida nacional, puesto que se repite todos los años y que muchos políticos han sabido aprovechar. Es una época en la que, aprovechando la distracción de la gente que la hace aún más indiferente, se dan sorpresas que finalmente pasan desapercibidas porque la mentalidad de la opinión pública está totalmente relajada.
Esta vez las fiestas llegan justo antes de que se haga la convocatoria a unas elecciones que pueden ser las más dramáticas de la historia, porque no está en juego únicamente quién dirige los destinos del país sino la consolidación de una Dictadura de la Corrupción que tiene toda la intención de perpetuarse en el poder, usando cualquier artimaña. Se ha abierto un capítulo de cuestionamiento con el debate sobre la compra de programas de computación que se encarguen del manejo de toda la información electoral y hay que estar atentos para que, en estos días de olvido y relajamiento, no vayan a aprovechar para concretar el desaguisado que es preludio de un gran fraude electoral.
Siempre quedan personas y sectores que no se desentienden de la realidad nacional, pero lo lamentable es que sus denuncias o pronunciamientos caen en oídos sordos y eso aprovechan los maleantes para avanzar a pasos agigantados con sus planes para subyugar por al menos otro período a la población. Para cuando haya pasado el Día de Reyes y se vuelva a la normalidad ya muchas cosas pueden haberse concretado y será muy difícil corregirlas. Hay que ponerle ojo a los gastos del Estado durante estos días en los que la compra de voluntades estará muy agitada y activa, así como los avances del plan para arreglar y acomodar las “alegres elecciones”.
En gran medida este proceso electoral será un verdadero parteaguas en la vida del país, porque de lo que ocurra en el mismo dependerá la posibilidad o no de construir una real democracia que termine con la dependencia que los políticos tienen de sus financistas particulares y del crimen organizado que se adueñan de Guatemala.
No es una elección más porque el oficialismo está moviendo todas sus piezas y usando todo el control que tiene sobre la institucionalidad para lograr sus objetivos. Y el ciudadano debe vivir las fiestas, pero sin olvidar lo que está en juego.