Camotán es uno de los municipios con mayores niveles de pobreza y desnutrición pues, ubicado en el corredor seco, languidece en medio del abandono de autoridades que simplemente no le ponen atención al problema. Las aldeas Guanacaste y Guayabillas son una clarísima muestra del abandono en que vive tanta gente en Guatemala y no hay ningún programa nacional que se ocupe de procurar los alimentos necesarios para romper esa rutina de desnutrición que agobia a miles de familias. Tampoco disponen de aceptables carreteras y, mucho menos, de un sistema de transporte digno de tal nombre, puesto que se utilizan pickups como ruleteros para transportar amontonada a la gente.
El Programa Mundial de Alimentos, conocedor de ese drama, implementó una ayuda económica en transferencias que se entregarían de manera bimensual para comprar alimentos y por ello emprendieron el viaje a Camotán, a corta distancia (pero por una ruta de vergüenza), que les permitiría tener algo que darles de comer a sus familias.
El mal estado de la ruta se combinó con ese inapropiado método de transporte público para causar la muerte a 18 personas, incluyendo algunos niños, quedando en orfandad varias familias de la comunidad porque ambos padres de familia perecieron en el percance. Mismo que cuesta calificar como accidente porque el transportar de esa manera a tanta gente, en un vehículo que no está diseñado para ello, es de por sí una amenaza para la seguridad de los pasajeros y eleva muchísimo la posibilidad de una tragedia.
Sin dinero para comer, sin vías de comunicación en buen estado para ir a recoger asistencia y sin métodos seguros de transporte, la muerte de esas 18 personas es resultado de una funesta combinación de factores que muestran el abandono total a que se ha condenado a tanta gente en el país. Es una trágica muestra de lo que representa ese desinterés de las autoridades por la procuración del bien común, puesto que resulta en verdad inaceptable que gente que no tenga ni que comer muera por descuidos en el tema del transporte.
Por elemental principio se debe impedir que ese tipo de vehículos sean medio de transporte público, pero debemos entender que para mucha gente no hay opción. Es eso de viajar amontonados e inseguros o la incapacidad de movilizarse, ni siquiera para aprovechar algún programa benefactor orientado a mitigar el hambre y la desnutrición.
Hay mucho debate sobre lo que es un Estado Fallido, pero al ver esta cruda realidad ese debate debiera dejar de existir porque es obvio cuando se suma tanto abandono y descuido.