Se habla constantemente de la impunidad, pero hay gente que cree que ese vicio protege solo a los ladrones del erario público, sin entender que el desmantelamiento o captura del sistema de justicia alienta a los criminales a actuar sabiendo que no tendrán que pagar consecuencias. Está tramitándose el proceso penal por la muerte de Luz María del Rocío López Morales y en las audiencias se han presentado comunicaciones de la víctima con su esposo en las que destaca el temor y la idea que tenía de que su marido podía asesinarla.
Está todavía desaparecido el cuerpo de Cristina Siekavizza, cuyo trágico destino causó enorme conmoción en la sociedad guatemalteca, pero también un tremendo grado de frustración porque la manipulación de la justicia, que en esos momentos no había llegado a ser tan absoluta como es ahora, impidió que se pudiera aplicar el castigo que por ley correspondía a los implicados en el crimen.
Y son esos funestos precedentes los que estimulan la comisión de nuevos asesinatos, porque si pese a la tremenda presión de la opinión pública para que se condenara al responsable, nunca se llegó a sentenciarle, cualquiera piensa que en situaciones como esa puede reírse de los procesos penales que en este país parecen estar cada día más sujetos a oscuros intereses pues no existe un auténtico y respetado Estado de Derecho.
La correcta aplicación de la justicia tiene no solo el efecto de castigar a los culpables de la comisión de delitos, sino que también es un poderoso disuasivo para potenciales criminales que, al ver cómo funciona un sistema eficiente, deciden no correr riesgos de tener que enfrentar a la ley. Si la justicia está corrompida, en cambio, todos los criminales saben que si tocan las teclas correspondientes pueden salir bien librados.
No hace falta tener un familiar que ocupe o haya ocupado altos cargos dentro del sistema de justicia para evitar una condena. Basta tener los conectes precisos, que cada día abundan más, para manipular procesos que empiezan torcidos desde el mismo trabajo de investigación que se hace en los entes encargados de la persecución penal.
Rescatar la pureza, transparencia y apego a la ley en el sistema de justicia es una cuestión de vida o muerte, literalmente hablando, y los ciudadanos tenemos que ser mucho más exigentes, porque tarde o temprano podemos ser víctimas de esas manipulaciones que alientan a tantos criminales a perpetrar cada vez más burdamente crímenes de todo tipo, con la certeza de que nunca tendrán que rendir cuentas ni asumir responsabilidad