El desarrollo de los acontecimientos que implican la captura de todas las instituciones del Estado para que operen al servicio de la Dictadura de la Corrupción culminará mañana, cuando Jordán Rodas deje el cargo de Procurador de los Derechos Humanos y también esa institución vital para la garantía de los derechos ciudadanos, entre ellos el de la justicia y el debido proceso, pase también a manos de quienes operan en el contubernio que garantiza la más absoluta impunidad a los corruptos y la persecución penal de quienes les denuncian.

Rodas se convirtió en un dolor de cabeza para el llamado pacto de corruptos desde que tomó posesión del cargo porque fue constante su actitud de denuncia, en el campo de sus competencias, en momentos cruciales cuando se montó el operativo para desmantelar todo el esfuerzo que hubo para investigar los negocios realizados a la sombra del Estado que hacen millonarios a muchos, tanto funcionarios como particulares.

Desempeñar el cargo de Procurador de Derechos Humanos en Guatemala no es cosa sencilla porque hay toda una serie de deficiencias que van desde las estructurales hasta las mentales, lo que complica el trabajo de quien pretenda asegurar el más absoluto respeto a las garantías individuales que consignan nuestra Constitución Política y los tratados internacionales de los que el país es signatario. No por gusto en la dictadura militar de los años setenta y ochenta se acuñó la idea de que solo los izquierdistas hablaban de derechos humanos y uno de los tiranos se burlaba refiriéndose a los mismos como “los izquierdos humanos”.

Bien dijo Rodas, en una declaración a Prensa Asociada, que en el país se pensó que con Jimmy Morales se había tocado fondo, pero el dramático giro de acontecimientos bajo la administración de Giammattei vino a confirmar que en materia de deterioro de la institucionalidad, de la democracia y de la transparencia no existe tal fondo y la realización de malas prácticas se va perfeccionando en cada uno de los períodos constitucionales.

Ese papel que sostuvo hasta hoy, el último día de su gestión, es lo que nos hace hablar de la PDH bajo la conducción de Jordán Rodas como el último reducto de la legalidad y el Estado de Derecho en Guatemala. Y por eso es que fue objeto de tanto ataque, de antejuicios y citaciones maliciosas, porque era la única institución pública que se mantenía en estricto apego a los fundamentos de su creación, convirtiéndose en una voz molesta que ahora, al volver a la llanura, será perseguida como lo han sido todos los que denuncian o investigan corrupción.

Redacción La Hora

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