El presidente habló del tema en una entrevista en el programa Al Punto de Univisión. Foto La Hora/Captura de pantalla

El tema de la corrupción nos sale todos los días y de muy diversas maneras, lo que obliga a recordar aquella tristemente célebre frase de Jimmy Morales cuando dijo a un medio extranjero, que indagaba sobre el caso de su hijo y su hermano, que la corrupción es parte de la “cultura” de Guatemala, dando a entender que se ha convertido en algo normal, algo con lo que la sociedad ha aprendido a vivir y que no genera entre la gente tanto asco como sería necesario para enderezar el rumbo.

Es un hecho que el país no logra el crecimiento y el desarrollo que necesita para generar oportunidades a su población que vive en condiciones de pobreza, porque existe un enorme entramado de corrupción que no involucra únicamente a los políticos y/o funcionarios, sino que necesita de socios dentro de la sociedad para avanzar en esa forma galopante. Y es que muchos de los que obtienen recursos por medios ilícitos o inmorales lo ven como parte de la normalidad, de la forma en que aquí se hacen los negocios y lo mismo se pacta para defraudar al fisco que para recibir o entregar mordidas.

El problema es que la impunidad histórica que hemos vivido, y que ahora se ha acrecentado a niveles jamás vistos, alienta esos comportamientos alejados de la ética y de la decencia.

No estamos formando a nuestra juventud en el marco de valores inculcados desde la cuna y poca gente piensa que más vale un nombre honorable que una abultada billetera. El éxito se ha equiparado a la acumulación de dinero, amasar fortuna es el único indicador de si alguien ha logrado algo en la vida y eso permea comportamientos porque, aunque se condene el dicho maquiavélico, se entiende y acepta que el fin justifica los medios.

Hacer un alto en el camino para repensar la formación de las nuevas generaciones, insistiendo en la importancia de los valores éticos y, sobre todo, la decencia, es un imperativo para tratar de cambiar las cosas.

Los cambios sociales no son fáciles porque esa concepción de la vida medida en el tamaño de la cuenta del banco no es exclusiva de nuestra sociedad, sino que es un comportamiento que se ha extendido por todo el mundo, haciendo que los que se ocupan del decoro y la transparencia queden como una especie de aves raras.

Nos estamos hundiendo en un mar de porquería y tenemos que salir de él, con acciones individuales que digan un rotundo no a cualquier práctica inmoral o corrupta. Desde el soborno al policía hasta las maletas o alfombras llenas de dinero, todas esas acciones no pueden ser la “cultura” de nuestra Guatemala.

Redacción La Hora

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