La inmensa mayoría de nuestra población no había nacido cuando, hace hoy sesenta y ocho años, un puñado de jóvenes cadetes de la Escuela Politécnica, luego de que algunos de ellos fueron humillados en la vía pública por los llamados miembros del Ejército de Liberación organizado por la United Fruit Company y la CIA para derrocar al gobierno de Guatemala, se levantaron en armas en la madrugada del 2 de Agosto de 1954, atacando a esos combatientes que se encontraban acampados en donde ahora se encuentra el Hospital Roosevelt.
En notable inferioridad numérica y simplemente con la entereza que proporciona la dignidad, salieron de su escuela para responder como no lo habían hecho ni siquiera sus superiores que desistieron de combatir a los llamados liberacionistas. Esa gesta permitió reivindicar el orgullo de los aspirantes a oficiales que hicieron marchar, desarmados, a los miembros del que se calificaba como Victorioso Ejército de Liberación. La gesta quedó registrada en los anales de nuestra historia y un Decreto proclamó la fecha del 2 de Agosto de cada año como el Día de la Dignidad de los guatemaltecos.
Son momentos en nuestra historia que pasan inadvertidos para las nuevas generaciones que sin duda piensan que, habiendo sufrido tantas dictaduras, los guatemaltecos siempre han sido como lo somos hoy, es decir sumisos, obedientes e indiferentes en materia de reclamar y defender nuestros derechos.
El combate fue sangriento y duró desde las primeras horas de la madrugada hasta las cinco de la tarde, cuando los mercenarios levantaron la bandera blanca para rendirse. Decenas de heridos y muertos fue el trágico saldo y los cadetes ofrendaron las vidas de su abanderado, José Luis Araneda, Luis Antonio Bosch y Carlos Enrique Hurtarte, además del soldado Lázaro Yucaté, quien luchó a la par de los aspirantes a oficiales del Ejército de Guatemala.
Por décadas se trató de enterrar la gesta de los cadetes para que no se convirtiera en un “mal ejemplo” en esta nuestra aletargada sociedad, pero la tenacidad de quienes lucharon ese día permitió no solo preservarla sino elevarla a un sitio muy especial en nuestra historia que, ciertamente, está repleta de momentos de cobarde indiferencia ante los abusos que cometen quienes se sienten con todo el poder del mundo.
Debemos recordar a nuestro ex columnista, Carlos Enrique Wer, cadete de esa jornada y quien escribió el libro “En Guatemala Los Héroes tienen 15 años”, detallando cada momento de esa heroica jornada que nos recuerda que no siempre ha sido horchata lo que corre en nuestras venas.