Hoy 11 de marzo se cumplen 202 años de la manifestación organizada frente a donde ahora está la central del Banco Industrial y que marcó el inicio del fin de la dictadura de los 22 años de Manuel Estrada Cabrera. Durante más de dos décadas los guatemaltecos agacharon la cabeza a los dictados de un tirano que hizo lo que le dio la gana con vidas y haciendas en el país mientras la población se sometía, cual borregos, a sus despóticos dictados, hasta que un grupo decidió ponerle alto a su prepotencia luego de una serie de conferencias dictadas magistralmente por el obispo de Faselli, monseñor José Piñol y Batres, que inspiraron a la élite para ponerle fin a la tiranía.
Estrada Cabrera tenía a su servicio, como nos pasa ahora, al arzobispo quien ordenó refundir en el Palacio Arzobispal a monseñor Piñol y Batres para que no siguiera hablando, pero su mensaje ya había inspirado a un grupo encabezado por su primo, Manuel Cobos Batres, a organizar el partido Unionista dirigido además por José Azmitia, Tácito Molina, Eduardo Camacho, Julio Bianchi y Emilio Escamilla, al que se sumaron obreros organizados por Silverio Ortiz y estudiantes universitarios entre los que estuvo Clemente Marroquín Rojas, quien combatió en la llamada semana trágica que se produjo en abril.
Estrada Cabrera había sobrevivido dos atentados, el de La Bomba y el de Los Cadetes, pero no tuvo arrestos para resistir la rebelión popular que involucró a toda la población urbana del país en la que, por los prejuicios raciales de la época, no se tomó en cuenta a ningún líder indígena. Y esa manifestación del 11 de marzo fue la mecha que encendió todo porque el pueblo se aglomeró para exigir la dimisión del tirano quien opuso resistencia y ordenó reprimir a los adversarios, desatando poco menos de un mes más tarde esa larga semana en la que el pueblo sitió La Palma, residencia del tirano, hasta obligarlo a renunciar.
Siempre hemos sido un pueblo sometido y cuesta sacarnos un aire con remolino pero en el siglo pasado dos veces los chapines abandonaron su sangre de horchata para derrocar a los tiranos Estrada Cabrera y Ubico. Hoy no tenemos un tirano pero sí una tiranía porque se unieron todos los que explotan en su beneficio al Estado y sus recursos para enriquecerse a costillas de un pueblo maltrecho y resignado. El poder de la tiranía hoy es igual al de esos dos dictadores que también controlan absolutamente todos los poderes del Estado para servicio particular y no en busca del bien común.
Un lejano 11 de marzo se produjo esa maravillosa metamorfosis que permitió a una masa convertirse en pueblo y colocar a los déspotas corruptos en el lugar que merecen y por eso decimos, ¡Qué chapines aquellos!