La situación de las escuelas y la falta de insumos es un reflejo de cómo la corrupción afecta y mucho a las instituciones. Foto La Hora/José Orozco

El descalabro de la institucionalidad en Guatemala está teniendo efectos sensibles en temas como el desabastecimiento de los hospitales que preocupa a los médicos residentes que tienen que dar atención a los pacientes y el notable abandono de las escuelas públicas que nunca recibieron mantenimiento durante los dos años de abandono a causa de la pandemia. En ambos casos eso ocurre no obstante la abundante provisión de recursos en los presupuestos de los ministerios de Salud Pública y Educación de Guatemala pero no hubo interés ni capacidad para ejecutarlos. Si a ello se agrega el próximo vencimiento de las vacunas Sputnik, que las autoridades piensan usar de todos modos, nos daremos cuenta de lo terrible que significa para el país y para sus habitantes esa existencia de autoridades concentradas sólo en el negocio y que abandonan por completo sus verdaderas funciones.

Y esto es sólo para citar casos concretos que son ahora parte de la comidilla luego de las denuncias recibidas tanto de parte de los médicos como de los padres de estudiantes, porque de los maestros ya sabemos que no hay una sola voz crítica porque todos están alineados para aplaudir a los corruptos.

Nunca se hizo un trabajo serio para informar a la población rural, especialmente la que se comunica con los idiomas mayas, sobre las ventajas y necesidad de las vacunas. Se tiró dinero en promociones que tenían la finalidad de bañar en pisto a los canales de televisión y medios afines, pero no hubo un verdadero trabajo para explicar a las comunidades la realidad de la pandemia y mucha gente está convencida que sus parientes que murieron por el Covid-19 fallecieron por una fuerte gripe. No hubo información ni atención para masificar las pruebas y las autoridades sanitarias siguen tan tranquilas como estuvieron con los últimos ministros.

El efecto colateral de la corrupción es la ineficiencia del aparato público porque las autoridades están concentradas en exprimir el erario para su propio beneficio y andan viendo qué negocio les deja mejor untada la olla. Evidentemente el suministro de los hospitales, que antes fue un gran negocio, no es tan importante ahora porque hay otras fuentes más enriquecedoras y lo mismo pasa con el mantenimiento de las escuelas porque, en todo caso, si las dejan que se destruyan ya vendrá la oportunidad de tener que sacar a licitación la edificación de nuevas y con ello sí que pueden hacer una fortuna.

Estamos dejando que se nos muera la gente y abandonando a nuestros niños que no tendrán acceso a educación, menos con las huestes jovelianas. Y ese tiempo perdido será imposible de reponer.

Redacción La Hora

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