En varios países se están relajando las medidas frente al Covid-19 luego de analizar las consecuencias que ha tenido la nueva variante ómicron que pareciera producir efectos menos graves, especialmente entre la población menor de 70 años. Y en esa ruta van mucho más rápido aquellos en donde la vacunación ha sido más eficiente y el porcentaje de personas inmunizadas es alto. De hecho, en algunos lugares ya se está relajando hasta el uso de mascarillas en lo que pareciera indicar que nos dirigimos a lo que se había previsto hace varios meses, es decir el convivir con el virus tal y como lo hacemos con la gripe común.
Ello nos debiera obligar a pensar en la deficiencia que Guatemala presenta en términos de inmunizaciones porque no hemos sabido llegar a la población rural ni a áreas urbanas de muchos municipios del interior del país. Uno de los grandes fiascos ha sido en general el manejo de la pandemia porque ni siquiera disponemos de data realmente confiable de lo que realmente está ocurriendo porque no existe capacidad para realizar pruebas en esos sitios remotos, no digamos la serie de dificultades que han hecho tan lento el proceso de inmunización vía el uso de las vacunas disponibles, algunas de las cuales van a vencerse antes de poder ser usadas.
Y no se ve por dónde las autoridades de Salud puedan mejorar su política de vacunación porque es evidente que es un tema que ya dejaron tirado, que ya no les preocupa ni quita el sueño, aunque ello pueda ser un factor que retrase al país en cuanto a convivir con el virus como lo hace la humanidad con tantos otros.
La predicción de que el virus vino para quedarse y que seguirá presentando variaciones o mutaciones a lo largo del tiempo se está cumpliendo. Ahora mismo se señala que a pesar de que ómicron es mucho menos letal que las otras variantes, su virulencia es tal que aunque porcentualmente menos gente muera por el contagio, siendo tantos los que contraen la enfermedad el número total de muertes en el mundo está llegando a niveles más altos que con las otras variantes más letales pero menos contagiosas.
Eso indican los reportes que se dan en otros lugares del mundo y que son producto del eficiente seguimiento que se hace del curso de la enfermedad y de sus consecuencias, pero nosotros seguimos como al principio, en realidad volando a ciegas porque no disponemos de una política eficiente que nos permita seguir día a día con precisión el número de contagios, de complicaciones serias o de muertes y no se ve por dónde pueda mejorar esa situación.