Guatemala siempre ha sido un país de contrastes y por ello no sorprende el análisis que hace el Banco Mundial en el que hacen referencia al buen desarrollo de la macroeconómica que nos coloca como un país con ingresos per cápita “medianos altos”, aunque se hace hincapié en que no se ha logrado combatir eficientemente la pobreza y cómo, por ello, seguimos figurando entre los países más pobres del mundo, señalando que la causa esencial está en la poca capacidad del Estado para realizar inversiones por los bajos ingresos fiscales. A ello, agregamos nosotros en La Hora, se suma también la corrupción que de los escasos fondos distrae enormes cantidades para beneficios particulares. El Banco Mundial señala que los más afectados por esa falta de inversión pública son quienes conforman la población indígena que, por lo mismo, son quienes más están migrando hacia Estados Unidos en busca de oportunidades.
Por ello es que el año 2022 se presenta como alentador para el gobierno y algunos empresarios, pero no lo es tanto para quienes están aún en la línea de la pobreza con ingresos de pura subsistencia. Y el Banco Mundial si destaca el papel de las remesas en el crecimiento económico y cómo ello se traduce en beneficios para las familias de los migrantes que reciben el dinero que se les envía mes a mes y que alivia sus condiciones económicas de necesidad y falta de oportunidades, tanto así que buena parte de lo que entra se destina no sólo al pago de las deudas contraídas con los “coyotes”, sino también a fondos para preparar la salida de niños y jóvenes que pronto estarán saliendo de Guatemala en busca de un futuro de oportunidad en Estados Unidos.
Quienes conocemos la realidad del país entendemos que a diferencia de otros lugares del mundo, donde los gobiernos pueden realizar obra e inversión social gracias a los recursos provenientes de los impuestos, aquí las tasas de recaudación son realmente bajas en comparación con los parámetros mundiales y eso limita mucho la capacidad de inversión en políticas sociales de desarrollo, a lo que se suma la corrupción que, como dijimos, lastra más aún la escasa capacidad de inversión pública.
Veamos sólo educación y salud para darnos cuenta del abandono en que se encuentra la población rural, con niños sin acceso a las aulas, tema exacerbado por la pandemia, y familias completas sin acceso a la salud, como se puede comprobar fácilmente viendo los índices de vacunación que resultan patéticos en el interior del país.
El Banco Mundial nos coloca, entonces, como un país rico en términos macroeconómicos, pero país pobre para la economía popular.