Se está acabando el año en el que los corruptos empezaron a regresar a sus casas libres de procesos penales, gracias al manoseo de nuestro sistema de justicia, mientras la población enfrenta las consecuencias de un mal manejo de la pandemia ahora por la compra de vacunas COVID-19. Foto La Hora

Hace doce meses, previo a la celebración del Año Nuevo, todos pensamos que algo igual o peor que lo que nos había pasado en el 2020 era imposible por los efectos devastadores que mundialmente tuvo el surgimiento del COVID-19 que cobró tantas vidas de personas de todo sexo, condición y edad, además de los retrocesos que como país íbamos teniendo en la lucha por rectificar el camino y abandonar la ruta de la corrupción. Hoy, tristemente, tenemos que admitir que nuestra ilusión de dejar atrás la pesadilla hemos vivido un año más duro en el que no sólo nos quedamos atrás en el esfuerzo por vacunar a la población, relegados a uno de los peores lugares del mundo entero, sino que en el otro tema dimos radicales pasos hacia atrás, sobre todo luego de la integración de la nueva Corte de Constitucionalidad, escogida a lupa para revertir todo lo ganado y para ser el instrumento de impunidad que tanto necesitaban todos los involucrados en la cooptación del Estado para saquearlo sin rubor ni vergüenza.

Además terminó de operar como lo hacía la única estructura del Ministerio Público que todavía seguía pesando en los casos de corrupción, tanto nuevos como los que ya estaban en proceso penal. Y ello fue producto de una investigación que llegó a la FECI cabalmente por su prestigio. Un testigo les relató la forma en que fue entregada en la casa donde vive Giammattei aquella enorme alfombra rellena de dinero y el asunto llegó a oídos del gobernante quien instruyó a la Fiscal General para que detuviera la investigación. El resultado fue la destitución de Juan Francisco Sandoval, hecho de enorme simbolismo porque con el mismo se ponía la tapa al pomo y quedaba cerrado, del todo, el proceso del combate a la corrupción.

En los primeros meses del año la humanidad tuvo un respiro al conocer el desarrollo de vacunas efectivas para prevenir muertes por COVID-19 pero como siempre se piensa en nuestras esferas de poder, lejos de ver eso como una ayuda para la población, se vio el negocio y de esa cuenta se hizo el célebre contrato “confidencial” con los rusos para que nos vendieran una vacuna que resultó ser la estafa del siglo. Según dicen las autoridades las dosis pagadas ya fueron entregadas, pero conociendo el origen del trinquete vale dudar de si lo que entregaron fue la vacuna, aunque fuera esa que la Organización Mundial de la Salud no reconoce como efectiva.

Se está acabando el año en el que los corruptos empezaron a regresar a sus casas libres de procesos penales, gracias al manoseo de nuestro Sistema de Justicia y hoy la celebración, instigada por el mismo Presidente, se hace en medio del pavoroso repunte de casos producto de la nueva variante del virus.

Fue, pues, un año duro y a menos que los ciudadanos entendamos nuestro rol, el que viene no pinta mejor. Si la salud de cada quien está en las manos de la gente, igual está el futuro del país.

Redacción La Hora

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