El tema de atraer inversiones está en la punta de la lengua tanto del gobierno como la cúpula del sector privado que lo arropa, pasando por alto los problemas del Estado de Derecho e igualdad ante la ley que son esenciales para que los inversionistas decidan poner su dinero en cualquier país. Es indudable la importancia que tendría la captación de capitales para generar actividades económicas lucrativas que ayuden a ofrecer más puestos de trabajo y tenemos que entender que es dura la competencia porque no somos el único país del mundo que está empeñado en atraer grandes empresas para que operen aquí y con nuestra gente.
Y ese último factor es fundamental porque tan importante como la existencia de un sistema de justicia que trate a todos por igual es la capacidad de ofrecer la mano de obra calificada que se valora mucho en este mundo en este mundo tan competitivo y por ello debiéramos demandar una clara apuesta para mejorar los niveles de educación, no sólo reduciendo la deserción escolar, sino garantizando que los niños que asisten a escuelas y colegios puedan obtener los conocimientos que demanda el mundo moderno y que pueden marcar la gran diferencia en cuanto a las oportunidades que se presenten.
Si el migrante guatemalteco puede mantener la economía del país con sus remesas que son producto, en su inmensa mayoría, de labores en el agro, la construcción o los servicios, imaginemos lo que podrían producir si hubiera emigrado con mejor preparación académica y hubieran podido aspirar a otro tipo de trabajos. El guatemalteco es respetado y querido en Estados Unidos por su dedicación, lealtad y capacidad de trabajo, pero podría lograr mucho más si su país se hubiera esmerado en su preparación y educación.
Pues lo mismo pasa con los trabajos que podría generar una inversión extranjera, puesto que en un mundo cada vez más tecnificado se requerirá de mano de obra preparada o, por lo menos, con la capacidad de ser adiestrada en nuevas y desconocidas tareas, pero para ello la base de la educación es esencial y con los rendimientos que nuestro sistema educativo ofrece en ciencias, lectura y matemática no podemos aspirar a mucho.
El retroceso en educación es patético y sostenido y los indicadores de los estudios de UNESCO nos dejan tristemente muy mal parados. El descalabro arranca con autoridades que no entienden su función y que se convierten en instrumento de un corrupto sindicato magisterial que perdió por completo la mística de la enseñanza porque el desarrollo intelectual de nuestros niños no tiene tanta importancia como las ventajas que vienen con los pactos colectivos.
Y entre la desnutrición crónica y el abandono de la educación, el futuro del país no se puede ver alentador de ninguna manera y eso nos debe forzar a asumir compromisos para provocar cambios radicales en las políticas públicas.