Así como el iceberg es una inmensa masa de hielo de la que apenas sale del mar una muy pequeña parte, lo mismo ocurre con el descubrimiento de los respaldos que recibe el narcotráfico para su operación en gran escala en Guatemala de parte de miembros del Ejército, tal y como se evidenció ayer con las capturas que solicitó el Ministerio Público en el marco de una investigación que presentaron como Operativo Triángulo Criminal. Por elemental lógica se sabe que los envíos realizados por los grupos de traficantes, especialmente cuando movilizan las drogas por vía aérea, serían totalmente imposibles sin contar con la complicidad, que se traduce en protección, de miembros de las fuerzas armadas.
Fuentes bien informadas dan cuenta del conocimiento que hay en las esferas encargadas del combate al narcotráfico en Estados Unidos sobre el papel que juegan algunos militares en esas operaciones ilícitas, de la misma manera en que se conoce el vínculo que hay entre políticos y las organizaciones criminales que invierten en financiar campañas electorales a cambio de que, desde el nivel municipal hasta el nacional, puedan tejer alianzas que luego desempeñan un importante papel en la forma en que ha crecido el poder de los traficantes. Lo mismo ocurre con las operaciones de lavado de dinero que se facilitan por la participación de gente e instituciones “honorables” que proporcionan los medios para que enormes cantidades puedan moverse sin dificultad en nuestro mundo financiero.
Como se puede ver, se trata de un complejo entramado que, como ocurrió en Colombia y ahora ocurre en Guatemala y México, permite que florezcan organizaciones que se dedican al trasiego de drogas que se envían al mayor mercado del mundo, Estados Unidos, que es el destino final de la mayor cantidad de lo que se trafica en estas regiones sin que, por cierto, nunca se hable de los capos que allá, en el Norte, se encargan de recibir y comerciar con los cargamentos que pasaron por nuestras tierras.
Y de la misma manera en que nunca se oye hablar de la captura de un capo de narcos que opera en la distribución en Estados Unidos, es muy raro que se conozca de la participación de políticos y militares en los esquemas de tránsito de la droga. No se trata de la primera captura de militares, pero sí se puede decir que es una de las pocas que ha habido y que, como decimos, es la punta de un iceberg en la que, como siempre pasa, no figuran los meros meros sino que la pita se rompe por lo más delgado cuando hay que quedar bien con Washington si es que antes de destapar el caso la fiscalía informó a la Fiscal General.