Nicaragua reeligió ayer a Daniel Ortega por tercera vez en un proceso electoral que más allá de cualquier fraude, se marcó por la forma en que fue eliminada del panorama la oposición política, llevando a la cárcel a cualquiera que tuviera la menor posibilidad de dar una batalla seria en contra del oficialismo que se ha consolidado gracias a sus pactos y arreglos con la cúpula económica con la que compartió los beneficios de la corrupción. Sin el decidido concurso de la élite económica, que se ha resquebrajado a partir de la política represiva que alcanzó a algunos de ellos que trató, tardíamente, de corregir sus errores, el orteguismo no hubiera llegado a la posición que hoy tiene y que recuerda lo que significó la dinastía de los Somoza durante tantas décadas en ese mismo país.
Muchos países han desconocido el resultado de la elección dado el burdo manejo que se hizo de la misma, pero de todos modos el tercer gobierno consecutivo de Ortega se instalará en la fecha prevista y sus opositores tendrán que sufrir lo que en su momento tocó vivir a los que, ansiando la libertad y democracia, terminaron engrosando las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional cuando el movimiento creado por Carlos Fonseca e inspirado en la figura de Augusto Sandino, pionero en la oposición a la tiranía de Anastasio Somoza García, se convirtió en la única vía posible para acabar con décadas de tiranía.
Paradójicamente Ortega fue el sucesor de Fonseca y ahora se convierte en el sucesor de Somoza. Pero todas las dictaduras que se han dado en la región han tenido la especial característica de que han sido apuntaladas por las élites. Lejos de ser cierta la teoría de que los pueblos sin educación ni preparación crean las dictaduras, son las élites que se unen a los tiranos las que los crean y mantienen porque resultan útiles a sus intereses económicos y comparten las mieles del poder, como lo hizo la cúpula empresarial de Nicaragua durante varios años hasta que dejaron de ser útiles a Ortega y Murillo.
El espejo de Nicaragua es importante y hay que seguir con detenimiento las declaraciones del periodista Carlos Fernando Chamorro quien ha detallado cómo la complicidad de muchos empresarios fue factor fundamental para apuntalar la dictadura de Ortega porque él los hizo partícipes de los negocios y de la riqueza proveniente de la corrupción. Pero cuando dejan de ser útiles y la tiranía se consolida, terminan en la cárcel los pocos que tienen la osadía de rectificar.