El presidente, Alejandro Giammattei junto a la Fiscal General, María Consuelo Porras. Foto La Hora

Lo obvio y evidente no se puede rebatir como falso e infundado. La sabiduría popular lo establece con aquello de que si parece un pato, nada como pato y grazna como pato, entonces es un pato y eso se aplica al argumento que hace la Fiscal General en respuesta al durísimo señalamiento que le hizo el Departamento de Estado de los Estados Unidos al marcarla a ella y a su Secretario General como actores corruptos por entorpecer la justicia y entorpecer la investigación penal, hecho que se ha concretado en filtraciones de información para posibles sindicados y la remoción de fiscales que estaban investigando a funcionarios implicados en actos de corrupción.

Basta ver la reacción en las redes sociales para darse cuenta de que no hace falta nada para convencer a la opinión pública y que los señalamientos no son únicamente resultado de “algunas publicaciones en medios de comunicación”, como reza el comunicado que emitió Consuelo Porras recurriendo a la misma verborrea de todos sus comunicados en los que desvía la atención para hablar de la fantástica cobertura que tiene el MP en todo el país, como si eso significara eficiencia en el combate a las lacras que tienen de rodillas a este país.

Y por supuesto que los únicos y destemplados respaldos vienen del Presidente, por quien ella se jugó el todo por el todo para sepultar los casos en su contra, de los otros ya incluidos en la lista de corruptos y de un ex presidente del CACIF. De momento ni siquiera los obispos ni el Cardenal se han pronunciado en defensa de la Fiscal, lo cual ya es bastante decir en las actuales circunstancias porque callan a diferencia del sólido respaldo que le brindaron a Giammattei reclamando pruebas (las mismas que Consuelo Porras y su gente destruyeron burdamente) en uno de los más patéticos y vergonzosos gestos de la jerarquía eclesiástica guatemalteca.

El gobernante mostró su indignación por el “abuso” de llamar corrupta a la Fiscal General y a su Secretario Ángel Pineda pero debe entenderse que si alguien no podía quedar callado era él porque fue por ayudarlo a sepultar investigaciones en su contra que Consuelo Porras se expuso de forma tan burda como para que fuera obvia, como con el pato, la naturaleza de sus actuaciones. Solo faltaba que Giammattei le diera la espalda a su mejor amiga, a la que debe tanto, lo que explica en términos muy sencillos su reacción profundamente indignada contra la decisión soberana que toma Estados Unidos de quitarles la visa.

Redacción La Hora

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