La salida anticipada del exdiputado Gudy Rivera, denunciado por la exmagistrada Claudia Escobar, evidencia la situación que estamos viviendo actualmente en la que “los corruptos pueden dormir tranquilos”. Foto La Hora

Hace meses que venimos diciendo que ya existe la ruta expedita para que todos los que en su momento fueron sindicados por corrupción de diverso tipo en tiempos de la CICIG, puedan ir regresando a sus casas tranquilamente, como ocurrió ya con el ex diputado Gudy Rivera, quien fue condenado por haber querido influir para obtener un amparo favorable para Roxana Baldetti a cambio de un nombramiento para la Corte. Se entiende, por ello, la indignación que expresó la ex magistrada Claudia Escobar, a la que trató de sobornar con el ofrecimiento, y quien expresó que “los corruptos pueden dormir tranquilos”, lo que advierte que, con nuestras Cortes y nuestro Ministerio Público, todos empezarán a pedir reducción de la pena y allí terminará todo el esfuerzo que se trató de hacer para que en Guatemala los que se roban el dinero del pueblo pagaran las consecuencias legales.

El problema de fondo de todo esto es que solo los que tengan acceso al tráfico de influencias y corrupción que marca la administración de justicia tendrán resoluciones favorables. Aquí no importa más el derecho porque ya no existe la justa y honrada aplicación de la ley, tanto para castigar a los delincuentes como para proteger a los inocentes. Y las resoluciones se irán dando de acuerdo a los gustos e intereses de los que tienen el control del sistema o de quienes tienen el dinero para comprar una justicia que está en pública subasta.

¿Puede una sociedad vivir sin el imperio de la justicia? ¿Quién se encargará de proteger derechos esenciales, entre ellos el de la vida y el de propiedad, si los jueces y quienes ejecutan la acción penal no respetan ni toman en cuenta la majestad de la ley? Ese es el país que hemos construido y en el que tenemos que vivir, tal y como lo demuestran los hechos que se van haciendo posibles porque las voces como la de Claudia Escobar y de quienes luchan contra la corrupción se van quedando aisladas en un mar de indiferencia de quienes creen que todo este desastre les es ajeno, que no les afecta, sin entender que de ésta nadie se salva, ni siquiera quien por un problema sencillo de tránsito tiene que ir a los tribunales porque hasta en esos casos, el peso de la ley se sustituye por el peso de la mordida.

Tenemos que abrir los ojos y entender que la impunidad no es algo que sólo interesa y beneficia al corrupto. Más que eso es algo que interesa y perjudica al honrado.

Redacción La Hora

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