El efecto de la impunidad es terrible porque alienta a los delincuentes a perpetrar delitos sabiendo que podrán disfrutar de los bienes mal habidos. En el caso de la Terminal de Contenedores Quetzal es cierto que Otto Pérez se fue e la cárcel por haber recibido el millonario soborno de los españoles, pero el negocio sigue allí, próspero y sin complicaciones, generando muchos millones a los holandeses que, con conocimiento de causa, compraron la operación a los dueños de la Terminal de Contenedores de Barcelona. La certeza de que en Guatemala la corrupción genera derechos que son plenamente respetados, alienta a los rusos hoy a entregar maletas de dinero a cambio de un negocio portuario que es el calco de TCQ porque saben que aunque Giammattei pudiera eventualmente irse preso por ese crimen, ellos podrían seguir operando tranquilamente por muchas décadas como hacen ahora los holandeses.
Ayer en una citación en el Congreso se evidenció claramente cómo los ministros de Economía y Energía y Minas andan “chineando” a los inversionistas rusos (aunque ellos admitan ser tan papos que no saben de qué nacionalidad son) y, sobre todo, lo embarrado que está el Gerente de la Portuaria Santo Tomás, a quien le mostraron una carta que envió a los rusos aceptando los términos de la oferta que ellos habían formulado. Al ser preguntado si esa aceptación fue aprobada por la Junta Directiva, tartamudeó y quedó en evidencia como un auténtico compadre hablado.
Es cierto que la remoción de la Fiscal General es un asunto urgente para el país porque ella es la piedra angular del sistema de impunidad. Era la llamada a exigir, tras la comprobación del soborno que rodeó la operación de TCQ, que se aplicara la ley dejándola sin efecto y castigando a los responsables. En vez de eso, los que hicieron el soborno se embolsaron muchos millones más vendiendo la Terminal establecida en Guatemala a una empresa holandesa que ahora opera como si nada sobre las bases pactadas mediante el soborno. Inaudita situación que sólo en Guatemala puede ocurrir.
Pero obviamente en este caso tanto los ministros que carrocean a los rusos “de arriba para abajo” como el gerente de la Portuaria son peones del Presidente Giammattei y siguen instrucciones de quien fuera el director del Centro de Gobierno. Y mientras ambos sigan ejerciendo el poder seguramente que seguirán los trinquetes a diestra y siniestra, por lo que es evidente que la destitución o renuncia de Consuelo Porras es absolutamente necesaria, pero insuficiente para atajar el mayor problema del país.