Es obvio que la degradación que sufre la humanidad corre pareja en todos lados y se muestra con la doble moral de las sociedades a la hora de juzgar hechos iguales. En el 2015, decenas de mujeres acusaron pública y legalmente al entonces candidato Donald Trump de abusos sexuales, mientras a Gary Hart, candidato en 1988, una acusación en su contra le costó no sólo la presidencia sino la candidatura. Hoy es el gobernador Andrew Cuomo quien renuncia por señalamientos de acoso sexual, mientras que Trump sigue siendo el líder de todo el partido Republicano.
Ni Cuomo ni Hart pueden ser defendidos por lo que hicieron y el resultado que afectó sus carreras políticas y sus vidas es más que merecido. Pero lo inaudito es cómo los “conservadores” arropan a los sinvergüenzas que dicen ser pro vida y pro familia, perdonando todo lo que puedan haber hecho y hasta las burdas confesiones que de sus atropellos contra la mujer.
En Guatemala ahora estamos presenciando algo parecido con relación a los movimientos masivos que realizan paros y bloqueos vehiculares. Cuando son enemigos de la corrupción, los defensores de la institucionalidad corrupta los señalan como delincuentes y piden que se investigue quién los financia, dando a entender que se trata de gente que puede ser manipulada con el financiamiento, algo así como hacen con nuestros políticos. En cambio, cuando los bloqueos los hacen transportistas que no quieren pagar seguro para garantizar compensación a los usuarios que pudieran ser afectados por un percance o exmilitares que reclaman un absurdo e imposible pago de resarcimiento, no se sigue el mismo patrón ni se inquiere sobre quién pueda financiar a los que manifiestan.
El problema es que algunos protesten contra el sistema que arropan los políticos y las élites que les han financiado sus campañas electorales, mientras que los otros pueden convertirse en aliados del gobierno si les declaran una moratoria para el pago de los seguros o si les dicen que el resarcimiento va a ser aprobado por el Congreso.
Lo mismo pasa con los que son pro vida pero apoyan la pena de muerte y los que son pro familia pero acogen como su líder a quien no puede presentarse como ejemplo edificante en ese campo. No digamos los que son pro vida, según ellos, pero les importa un pepino que la gente muera por el Covid debido a la falta de vacunas, además que impusieron al gobierno la condición de abrir la economía para mantenerle el apoyo. Triste esa realidad de doble rasero.