Preocupa, con justa razón, lo que está ocurriendo en Nicaragua donde la dictadura de los Ortega supera con creces a la de los Somoza en materia de represión de los opositores que se crucen en el camino. Encaminados al manoseo electoral, necesitan eliminar las voces disidentes de aquellos que señalan la corrupción que constituye el objetivo esencial de esa perversa dictadura que recurre a métodos de terror para garantizar su perpetuidad.
Activistas sociales, periodistas y defensores de los derechos humanos, muchos de ellos puntales en la lucha contra la dictadura de los Somoza y el triunfo de los sandinistas, ahora son nuevamente perseguidos y acosados porque al régimen le interesa silenciar voces molestas que puedan hacer conciencia entre la población que, como ocurre aquí, se muestra indiferente ante los abusos y la prepotencia que no tiene otra finalidad que la de allanar el camino a las prácticas despóticas de una familia, cuyo comportamiento hace quedar pequeños a todos los integrantes del llamado clan Somoza.
Pero es necesario que entendamos claramente que Guatemala vive momentos muy parecidos porque está bajo la bota de una dictadura que dirige el muy efectivo Pacto de Corruptos que tiene el control de todos los poderes del Estado y de toda la institucionalidad. Una dictadura perfecta, en muchos sentidos, porque mantiene la apariencia democrática mientras todo el ejercicio del poder está centrado en la acumulación de riqueza por los que son parte de la jugada, mientras el país se hunde en el peor descalabro de su historia con el abandono completo de las funciones esenciales del Estado, relegando el bien común en aras del beneficio de los ladrones y agravando nuestras ya seculares y graves deficiencias en temas como salud, educación, administración de justicia, seguridad y creación de oportunidades para la población.
En Nicaragua la dictadura tiene dos rostros que la identifican mientras que acá son miles de caras porque, como dijo la Baldetti, la corrupción tiene miles de rostros. Eso, lejos de debilitar esta forma de tiranía, la hace más fuerte y efectiva porque cuenta con muchos actores, públicos y privados, que sacan raja de la situación y se benefician.
La comunidad internacional está atenta a lo que hace en estos días previos a la elección la pareja Ortega contra sus adversarios, pero se mantuvo indiferente por mucho tiempo alentando, junto a la indiferencia de la ciudadanía, la prepotencia despótica. Lo mismo está ocurriendo aquí donde vemos no sólo el abuso sino hasta las fatales consecuencias de la corrupción en temas como el de las vacunas, y simplemente nos resignamos.