En 1976 Kjell Laugerud se legitimó como presidente por su acertado manejo de la crisis provocada por el terremoto y, sobre todo, por la honestidad en el manejo de la ayuda que recibimos de tantos países. En 1917, en cambio, la forma en que con displicencia y corrupción Estrada Cabrera manejó otro terremoto fue la semilla del descontento popular que le puso fin a su gobierno de 22 años. Y decimos esto para destacar la importancia enorme que tiene la forma en que se gestionan ciertas crisis y sin duda alguna que la pandemia que afecta aún al mundo entero es algo superior a los terremotos por sus devastadores efectos no sólo en la salud sino en las condiciones de vida.

El mundo entero está demostrando que la vacunación es la única respuesta sensata y efectiva, al punto de que los países que más han avanzado en inmunizar a su gente no sólo ven bajar los contagios y por lo tanto las muertes, sino porque pueden retomar más rápidamente la normalidad económica tan necesaria para evitar que la gente, pobres y ricos pero sobre todo con mayor dramatismo los primeros, tenga que ver que está en riesgo su salud y además también su subsistencia.

Hay abundantes hechos para demostrar la mala gestión que se ha tenido en Guatemala en términos de adquirir suficientes vacunas para avanzar rápidamente en la inmunización y basta compararnos con otros países de igual o menor potencial económico que el nuestro para ver que el problema no está sólo en la alta demanda y escasez de vacunas, sino en el modelo de gestión que se usa para conseguirlas. Nunca deber haber imaginado el presidente Giammattei el efecto perdurable de aquella su respuesta cuando le preguntaron por qué no había firmado el decreto que facilitaba dinero para la compra de vacunas. Decir que andaba de arriba para abajo por todo el país fue un error muy grave, no sólo porque eso no impedía refrendar un decreto sino porque se estaba hablando del asunto más importante para enfrentar la pandemia, de la prioridad número uno que cualquiera debió haber entendido.

La corrupción, por lo visto, no molesta tanto a la gente que se ha acostumbrado a vivir con ella como nuestros antepasados se acostumbraron a las dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico. Pero la mala gestión en el tema de las vacunas puede ser esa gota que en 1917 derramó el vaso y es obvio que se desperdició la oportunidad de imitar a Laugerud ganándose el respeto de la gente por una gestión eficiente.

Redacción La Hora

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