Julio García Merlos
Sin lugar a duda, la pandemia originada por el coronavirus despertó la tentación de muchos gobernantes por intervenir en la vida privada de los ciudadanos, se ordenaron cierres limitando los derechos de locomoción, de comercio, de reunión, entre otros. Esta tentación sigue, ahora se debate si la vacunación debe ser obligatoria.
Mientras en países como el nuestro las vacunas llegan a los más necesitados a cuentagotas, en el primer mundo hay naciones que ya alcanzaron sus metas próximas de vacunación y están tratando de incentivar a los ciudadanos para que se vacunen en forma voluntaria.
Considero que fue un error de algunos gobiernos como Estados Unidos, adquirir grandes cantidades de vacunas sin tomar en cuenta que habría personas que no deseaban vacunarse. Llora sangre que mientras hay personas que sí quieren vacunarse, en Estados Unidos se estén tirando a la basura. Esto es un claro ejemplo de las distorsiones en el mercado que se causan por la intervención estatal. El gobierno de Guatemala nos endeudó como no se había visto en la actual era democrática, siendo sumamente ineficientes en ejecutar el presupuesto destinado para la pandemia. Hay quienes postulan que el Estado debe tomar las decisiones por nosotros, en el caso de la vacunación, quienes creen en el Estatismo exigen que el Estado sea el que nos informe si debemos o no vacunarnos, cuales son los riegos y los más radicales incluso exigen que la vacunación sea obligatoria para salvaguardar al resto de la población. Quienes creemos en el individuo y en la libertad, creemos que cada persona está en la mejor posición para tomar esa decisión por sí misma y que nadie puede se compelido a vacunarse.
Dejo en la mesa de discusión algunos aspectos sobre la vacunación: a) Primero, cuestionar el monopolio de los gobiernos en la adquisición y administración de las vacunas, pocas voces se atreven a mencionarlo, pero desde varias perspectivas los mecanismos de mercado pudieron haber contribuido a una distribución más eficiente de las vacunas. b) Es cierto que en países como el nuestro no existen los mismos niveles de acceso a la información que en otros de primer mundo, sin embargo, cada vez la conectividad es mayor y la información más accesible incluso en contextos adversos, no asumamos que la gente no se quiere vacunar porque están mal informados. c) Independientemente de la cantidad de información disponible, que puede variar debido al contexto, por ejemplo los niveles de formación del receptor; siempre debe primar la libertad de cada uno, sobre todo con un tema tan invasivo y que acarrea un nivel de riesgo, ínfimo pero existente.
Las previsiones de política pública debieron haber sido mejores y tomar en cuenta que existen miles de personas que voluntariamente deciden no vacunarse. Algunos políticos siempre se dejan llevar por su fatal arrogancia, hacen de menos la capacidad de decisión propia y de paso, contribuyen con en el endeudamiento de la generación venidera. Va tan lenta la vacunación que tenemos tiempo para que se hagan registros de las personas que desean vacunarse, de esa cuenta el Estado tendrá una buena idea de cuantas vacunas adquirir. No sigamos con la meta de adquirir 8 millones de vacunas, si no sabemos si esos 8 millones de personas se van a querer vacunar.
Julio García-Merlos
Twitter @jgarciamerlos