Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz

Si encontrara algo interesante en lo cotidiano y reciente, lo contaría.  Con la edad, lo novedoso deja de tener significado y da pereza contar nimiedades.  Termina uno pensando con escasez, ideas con alguna intención de profundidad que nunca es tanta.  A ver si me viene alguna.

El pensamiento es una mutación a la que en algo contribuye la experiencia; y aunque es algo dinámico, con los años se van quedando ciertos conceptos, y esa termina siendo la canción de uno, y como dice el refrán, cada maestrillo tiene su estribillo.  Aquí estoy, y aún no se me ocurre nada.

Con personas reflexivas y observadoras de sus propias vidas, se encuentran tantas coincidencias que no queda más que aceptar que somos una especie.  Los libros están llenos de lo mismo, lo que más que un dicho de soberbia me resulta una expresión de alivio y reconocimiento a nuestra pequeñez.  Es un alivio también, saber de las experiencias de otros.  Sería un error de grandiosidad creer que todo tiene que pasar por uno para ser validado.  Haría falta la eternidad.

¡Albricias!  Me viene ahora mismo una imagen que me hace pensar.  Estoy al principio de un camino inevitable, e inmediatamente advierto que se encuentra sobrepoblado con deposiciones fecales.  Las hay de todo tipo y es obvio que no pertenecen a un solo ser.  Algo diminuto, solo una voz interior, más bien un aliento, me insta a transitar por la ruta excrementicia.  Además, y para no ser tan pedante, es el único camino que hay.

Es obvio que me resisto, el trayecto no me invita.  Busco posibilidades y se me ocurren algunas.  La primera es asentarme en el sitio y no avanzar jamás; nada más eso me faltaba.  Yo no soy cualquier baba de perico para ser tratado así.  Me rindo, tal vez no soy una baba, pero tampoco soy baboso, y más allá del contratiempo, sé que debo avanzar.

Una segunda opción es esperar a que alguien buenamente limpie la vía, pero realmente no sé si exista ese ser antiescatológico que pretendo que aparezca.

Necesito una tercera posibilidad; ¿y si lo limpio yo?  No me parece mal, además sería un lindo gesto de urbanidad de mi parte.  Pero veo que los evacuadores del vientre siguen en su danza macabra y aquello sería la de nunca acabar.

Se me ocurre entonces la cuarta, ponerme a caminar y buscar que mi razón se disocie para no enterarme de que todo aquello es lo que es, y me alcance hasta para celebrarlo, pero realmente la negación no me sienta bien, además es muy psicótica.

Claro que también me queda aprender a caminar entre las heces, a saltitos a veces y mancharme de vez en cuando.  Sin dejar de reconocer a la porquería y seguir llamándola por su nombre mientras avanzo.

Diría que la última parece bien, pero me doy cuenta de que todas las opciones están siempre vigentes en mi vida, dependiendo de la circunstancia de la que se trate.  No soy uno solo, ni soy el mismo siempre; a veces soy uno y a veces soy otro, y en algunas cosas me va mejor que en otras.  Que pentalema, ¿cuál sería el mejor consejo?

Ahora resulta que no todo es de sí o no.  A veces es un poco sí y un poco no, y también hay momentos de ni sí ni no, y otros de sí y no al mismo tiempo.

De lo que sí estoy seguro es que no quiero tomar siempre por donde mismo porque puede ser solo una excusa para no intentar otra cosa.  Tampoco quiero ir por los peores caminos, que como rutas fáciles me sirvan de atajos para aliviar tensiones, pero que me lleven al fracaso autodestruyéndome.  Necesito también tener a la vista, que no existe el camino perfecto, y que eso no es más que una ilusión que me haría procrastinar y demorar la puesta en acción.

Si pongo a la realidad a competir con la fantasía es como hacer trampa.  La ilusión es invencible porque es ideal, y por lo mismo solo existe en la idea.  Iluso el que se engaña a sí mismo.  La realidad apenas es verdad y está hecha de muchos inconvenientes y defectos, no aspira a ser perfecta, pero tiene una ventaja, al menos es sincera.  No importa lo bella que sea la verdad, nunca será más brillante que la ilusión.  Hay que ganar en humildad y aprender a convivir con eso, a vivir con la verdad.

De lo que sí estoy seguro es que la vida es intrigante, y no la lograremos resolver por más que indaguemos, reflexionemos, conjeturemos o creamos que probamos.

Con el tiempo he aprendido que el camino de lo desconocido es el reto más fuerte y el que requiere de más trabajo para situarlo.  Lo que no conozco me asusta, pero ahora se también, que la conciencia es parte de la luz que ilumina en un camino oscuro, y que esa luz es parte de uno mismo.

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