Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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La memoria nos es útil para recordar el camino recorrido, con altibajos, con problemas, tristezas, alegrías, podemos extraer lecciones aprendidas y crecer.  Los Pueblos que acogen y conocen bien su historia pueden transitar hacia estadios superiores de sociedad o de lucha por alcanzar su liberación y dignidad.  Es por ello que traer la memoria y vernos frente a ella, nos permitirá identificar no sólo los agravios sufridos o las graves violaciones a nuestros derechos fundamentales, sino también nos hará evidente nuestro crecimiento y el alcance de nuestras acciones.  Esta es una importante tarea a realizar con el único propósito de hacernos avanzar en nuestra lucha por la democracia y la vida digna.

El problema a resolver lo tenemos claramente identificado, un Estado y su institucionalidad creados a imagen y semejanza de las élites depredadoras de este país. Una oligarquía anacrónica, incapaz de ver más allá de su propio ombligo y que producto de su conservadurismo, atraso e ignorancia, ha entregado el país al crimen organizado, a las mafias políticas y a militares genocidas, con los cuales codirigen o creen codirigir los destinos de esta sociedad.  Sabemos también cuáles son los efectos de esa problemática, pobreza, violencia, racismo, marginalidad, corrupción, impunidad son al menos las seis patas que sostienen este modelo.  En la actualidad, este problema y sus efectos son totalmente observables en el Sistema de Justicia.  Un Ministerio Público al servicio de las y los criminales, mientras se dedica a perseguir a todo aquel que luche por una mejor sociedad, deja en libertad a asesinos, lavadores de millones de quetzales robados de las arcas públicas, genocidas, tratantes de personas, narcotraficantes o todo aquel delincuente que logre pagar por su libertad.

La solución, aunque no será fácil y mucho menos inmediata, también la podemos recuperar de nuestra memoria.  De tan sólo diez años para acá, nuestras luchas y movilizaciones sociales han crecido cuantitativa y cualitativamente, muchas han superado el sectarismo y la mirada individual y hoy estamos frente a procesos plurinacionales de lucha, juntando nuestra riqueza diversa.  De las luchas estudiantiles en contra de la reforma al magisterio, pasando por las Resistencias Pacíficas al modelo extractivista, la movilización social del 2015, la lucha contra dos decretos pro impunidad y la indignación movilizada contra la falta de atención durante la pandemia, así como contra la ausencia de apoyo a las víctimas de las tormentas Eta e Iota, son sólo algunas de las más evidentes muestras de crecimiento de la lucha social. Pero la mejor evidencia de la capacidad del Pueblo y sus luchas quedaron demostradas a finales del año pasado con el Paro Nacional Indefinido y la Resistencia Digna, instalada frente al Ministerio Público.  De no ser por ello, seguramente el MP hubiera logrado el Golpe de Estado que encabezaba y con ello, hubiese violentado la voluntad popular y la aspiración por democracia. Es por ello que, volver a indignarse, a sentir rabia justa y transformar esto en más articulación, organización y movilizaciones activas son la clave de incidir para desatar el nudo existente en el Estado, en particular en el Sistema de Justicia.

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