En tan solo dos días terminará uno de los peores gobiernos que Guatemala ha tenido en su historia reciente y la sociedad se llena de alegría al saber que así será. Hace menos de una semana el señor Giammattei en una actividad pública, en sus ya acostumbrados berrinches, anunció que había tenido cáncer y que nadie lo supo y que tuvo que tomar decisiones durante la pandemia en soledad. Las respuestas en redes sociales, por parte de la población, no se hicieron esperar y rápidamente se ha de haber enterado que la sociedad sí lo supo y que no produjo la reacción que de seguro esperaba, por el contrario, provocó rabia, dolor e indignación.
Sí señor Giammattei, la sociedad guatemalteca supo siempre de su baja estatura moral y ética, siempre supo de su actuación como director del Sistema Penitenciario y de las ejecuciones extrajudiciales que cometió y por las cuales estuvo preso, de ahí su mediocre resultado electoral. Siempre supo que su tradicional y gritona forma de referirse a los graves problemas que aquejan a la población, no respondía a la valentía, sino, por el contrario, disfrazaba a un presidente cobarde que siempre se escondió detrás de las mentiras y el engaño. La población muy rápidamente se dio cuenta y se enteró de que muchos de sus discursos eran palabrería barata y que no iba a hacer lo que prometió. Rápidamente, la sociedad supo que Jimmy Morales, Sandra Torres y Zury Ríos no fueron sus enemigos políticos, sino, por el contrario, se convirtieron en sus aliados para hacer de su gobierno, una secuencia de actos de corrupción, violencia e impunidad.
Con dolor e indignación nos enteramos y siempre lo supimos que aún y siendo médico de profesión, faltó a su juramento y se convirtió en el responsable de la muerte de más de 20,000 personas en el país por el Covid-19. Sabemos bien que aprovechándose del dolor que produjo la pandemia, cometió graves actos de corrupción y con ello se enriqueció y enriqueció a sus allegados. La población también supo, a pesar de su cierre a la libertad de prensa y expresión, que sufrió cáncer, pero también supo y supimos que su tratamiento en hospitales y clínicas privadas fue pagado con recursos públicos, mientras la población sufría y moría en el sistema de salud público que usted deliberadamente decidió saquear. Nadie siente pena por usted, dado que decidió junto a sus aliados políticos dejar en indefensión a la población que sufrió las tormentas ETA e IOTA, que priorizó los negocios de sus amigos, por encima de la atención a la niñez que sufre de desnutrición crónica.
A pesar de sus esfuerzos de querer ser visto como alguien que no es, la población lo recordaremos como un presidente cobarde, que saqueó el erario público, que destruyó la institucionalidad pública y que para garantizar sus intereses y los de su pareja destruyó la poca democracia que hemos construido. El único lugar digno para personas como usted, es la cárcel.