Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Sin lugar a dudas que Guatemala está atravesando uno de sus peores momentos en los últimos 25 años, a pesar de haber tenido a las puertas, importantes transformaciones que hoy nos colocarían en una sociedad diferente. Una primera gran ventana de oportunidad se nos abrió al firmarse el Acuerdo de Paz Firme y Duradera en 1996, con un catálogo de compromisos derivados de los mismos que, de haberse cumplido, hubiéramos construido las bases para una democracia real, funcional y participativa y que con ello tendríamos una institucionalidad del Estado capaz de ponerse a la altura de los tiempos y construir un modelo económico y de Estado garante de los derechos humanos.

El segundo gran momento se abrió en 2015 luego de cinco meses de intensa movilización social y ciudadana, acompañando los importantes casos que la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala -CICIG- y la anterior Fiscalía Especial Contra la Impunidad -FECI- del Ministerio Público -MP-, abrían contra actores del poder político, empresarial, militar y de miembros del crimen organizado. En ambas ocasiones, los actores del poder fáctico, impidieron que se implementara, en primer orden, la agenda de la paz y en segundo, las transformaciones necesarias al sistema de justicia.

Hoy estas circunstancias, en donde estos actores de poder se oponen a que avancemos hacia una sociedad incluyente, democrática, con equidad y justicia social, estamos frente a varias crisis que de manera simultánea afectan a la población y en particular a la niñez. Una crisis económica en donde cada vez más las familias ven disminuidos sus ingresos y con ello el franco deterioro de sus derechos humanos. Las enfermedades azotan, la ausencia de educación es la norma, falta de agua, vivienda digna o incluso vivienda y alimentación precaria en todos los sentidos, son el denominador común. La siguiente crisis es de carácter social, cada quien busca como resolver lo esencial, frente a un Estado ausente o preocupado por saquear y privilegiar a los grandes capitales. Sálvese quien pueda es la norma y la indefensión a la que somete el Estado es absoluta. Violencia, racismo y discriminación son los sellos esenciales de este fenómeno cada vez más extendido.

Otra de las crisis es la que corresponde a estabilidad política y democrática, en donde la captura de las instituciones es cada vez mayor y absoluta, la cual conlleva que en vez de ciudadanos dominando las instituciones públicas se formen pequeños feudos, donde patriarcas o monarcas son quienes ejercen el poder a gusto y gana.

Frente a ello, la ciudadanía guatemalteca, los jóvenes, los adultos mayores, las mujeres, los hombres, la población lgbtiq+, tenemos la gran responsabilidad y la gran deuda con la niñez, con construir una sociedad donde la dignidad y la felicidad sean los denominadores comunes para ellos y ellas. Jugar, educarse, contar con alimentos apropiados y en suficiente cantidad, contar con una vivienda digna, con servicios esenciales, ser protegidos y protegidas por sus familias, es nuestra gran tarea. Por ellos y ellas luchemos hasta derrotar a quienes hoy construyen el régimen de impunidad, violencia y pobreza, empezando por estas elecciones, votando en contra de los partidos de genocidas, corruptos e impunes.

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