Jorge Santos
Hace 26 años la sociedad guatemalteca amanecía en una nueva época, respiraba aires de transformación social, económica, política y sentía que se habían abierto las puertas hacia la democracia, la justicia social y la vida digna. El 29 de diciembre de 1996 significó muchas cosas para los Pueblos y sus aspiraciones de paz, justicia y desarrollo; con el Acuerdo de Paz Firme y Duradera se daba por culminado el proceso de negociación entre el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y se daba el banderazo de salida para la construcción de una nueva sociedad marcada en 12 Acuerdos de los cuales 4 fueron los sustantivos. En estos 4 Acuerdos sustantivos se resumen todos aquellos compromisos que nos permitan transformar aquellos aspectos del modelo económico, de la forma en la que se organiza el Estado y sobre nuestra convivencia, para con ello erradicar las causas y el origen del Conflicto Armado Interno.
Lamentablemente, el mismo Presidente que firmó la Paz, fue el mismo que contravino lo pactado y contrario a la implementación de la agenda que se derivaba de dichos Acuerdos, se dedicó a imponer la agenda neoliberal y con ella la privatización de servicios esenciales hacia la población y por supuesto que junto a cada venta de activos del Estado guatemalteca, enormes sumas de dinero en actos de corrupción. Así mismo, cada nuevo Gobierno fue contradiciendo los Acuerdos, dejándolos cada vez más relegados o bien la implementación de los compromisos de la Paz, eran tergiversados y cumplidos a la medida de intereses particulares. Un ejemplo de esto último, lo representa hasta el día de hoy el negocio que se montó alrededor del Fondo de Tierras y la gran y enorme carga económica que representa hoy para muchas familias campesinas en el país.
Esa llama de esperanza que se prendió hace 26 años, se fue apagando, gracias a los diferentes gobiernos de turno, que optaron por continuar privilegiando a una oligarquía rancia y saqueadora, por encima de las grandes aspiraciones de la vida digna de los Pueblos. Hoy el saldo es negativo y la deuda histórica con los Pueblos de Guatemala es cada vez mayor. Los niveles de pobreza y pobreza extrema son cada vez más grandes, las tasas de desnutrición crónica en niñez menor de 5 años son cada vez más obscenas y el robo de tierra por parte de terratenientes se ejerce a plena luz del día, con violencia extrema, en pleno contubernio y apoyo del gobierno de la República.
El actual gobierno de Alejandro Giammattei sin lugar a dudas al desmantelar la institucionalidad de paz y los derechos humanos se convertirá en el sepulturero de la paz y será en buena medida el responsable de la tragedia social y política en que se traducirán dichas acciones. A la población guatemalteca no nos quedará más que iniciar un nuevo proceso de lucha que nos conduzca nuevamente hacia los caminos de la Paz, la justicia social, la equidad, vida digna y por ende a la democracia.