Por Jorge Santos
Recientemente la sociedad guatemalteca ha conocido la renuncia del Juez de Mayor Riesgo B, Miguel Ángel Gálvez, conocido popularmente como el Honorable Juzgador. La población seguía con detenimiento sus argumentos y resoluciones, particularmente en el caso conocido como La Línea, pero también juzgó casos muy importantes como el de Genocidio contra Efraín Ríos Montt en la etapa intermedia y más recientemente el caso del Diario Militar contra militares en situación de retiro, acusados de cometer graves crímenes en el marco del Conflicto Armado Interno. Su actuar apegado al derecho y a favor de la justicia es, ha sido y sin lugar a dudas será su marca distintiva.
Guatemala como sociedad pierde cada día a hombres y mujeres invaluables. Un sistema que está diseñado para beneficiar exclusivamente a un grupo pequeño de la población y que está al servicio de intereses particulares, provoca desesperanza, pobreza, hambre, zozobra e injusticia, lo cual obliga a que grandes contingentes de población sean expulsados y migren hacia la búsqueda de mejores condiciones de vida, pero también fuerza a quienes desde la función pública o desde la defensa de derechos humanos intentan transformar este estado actual del contexto guatemalteco.
El Honorable juzgador Gálvez se suma a la ya larga lista de magistradas, juezas, jueces, fiscales, auxiliares fiscales, periodistas, personas defensoras de derechos humanos que con su libertad están pagando el alto costo de haber ejercido su labor desde la honestidad, la transparencia, el apego al derecho y la defensa más sagrada de la dignidad humana, que implica defender derechos humanos. Honorables todos y todas que, con su imposibilidad de permanecer en el país, siguen construyendo posibilidades de transformar esta Guatemala que desgarra a su población.
Hoy estamos transitando como sociedad, por sendas autoritarias, dictatoriales, impunes, criminales, violentas, donde la vulgaridad y la delincuencia se vuelven la forma de ejercer el poder. Hoy una banda de criminales, tal cual se lee, nos gobierna y con su actuar está produciendo un retroceso de tal magnitud que profundiza la pobreza, la muerte y la inviabilidad de país. No sólo significa que una importante cantidad de personas están saliendo del país, sino también implica el deterioro de las condiciones de vida de millones de guatemaltecos y guatemaltecas y de las posibilidades de contar con alimentos, salarios dignos, viviendas, justicia, libertad, y derechos humanos.
A todas las personas que por ejercer su labor profesional desde la fiscalía o desde sus judicaturas están en el exilio y/o sufren de persecución política espuria en el país, sepan que la población guatemalteca está profundamente agradecida con ustedes, sepan que ustedes con su labor significaron brindar espacios de esperanza en un entorno permeado por la corrupción e inundado de impunidad. Sepan que más temprano que tarde regresarán, que esta noche larga llegará a su fin y que la haremos amanecer otra Guatemala. Sepan que juntos ustedes y nosotros y nosotras construiremos el país donde la justicia social, la equidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales sean la cotidianidad para la población.