Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Este 9 y 10 de diciembre la humanidad celebra días relevantes en aspectos fundamentales para su devenir, por un lado el Día Internacional contra la Corrupción, así como el Día Internacional de las Personas Defensoras de Derechos Humanos, pero también celebramos el Día Internacional de los Derechos Humanos. En su conjunto, los tres días resumen muchas de las aspiraciones más nobles y urgentes de la humanidad. En el caso guatemalteco, su conmemoración representa recordatorios de las deudas históricas que aún están pendientes por parte del Estado y que de mantenerse la misma, provocará mayores violaciones a derechos humanos.

Qué nos recuerda estas conmemoraciones tan importantes. La primera de ellas, que la corrupción es un fenómeno tan amplio y enraizado en nuestro Estado que se convierte en uno de los factores determinantes para que amplios segmentos de la población, no puede obtener vida digna y que por ende sea sometida a niveles obscenos de pobreza, desnutrición crónica en la niñez, ausencia de salud, educación, vivienda y desarrollo económico y social en general.

La segunda conmemoración nos recuerda la importante labor de aquellas personas que, desde múltiples defensas, arriesgan y ponen su cuerpo, pensamiento y esfuerzo en demandar al Estado que cumpla con sus obligaciones en materia de derechos humanos. Y por último, la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, nos recuerda la urgente necesidad de que todo el catálogo de derechos y libertades existentes se cumplan para la mayoría de la población en el país y con ello construyamos una sociedad muy distinta a la actual.

Sin embargo, estas conmemoraciones se realizan, en medio de enormes y amplias contradicciones, en la medida que los distintos gobiernos de turno, en particular el del expresidente Morales y el actual de Giammattei han convertido a la institucionalidad pública en verdades pocilgas donde lo que prevalece es el saqueo a nuestros recursos públicos. También se conmemoran en medio de un incremento de agresiones contra personas defensoras de derechos humanos, en un marco de represión cada vez más amplio, pretendiendo con ello, acallar la voz de quienes buscan dignidad, respeto, bienestar común y garantía de derechos humanos para todos y todas. Por último, se conmemoran en un amplio contexto de graves, sistemáticas y masivas violaciones a los derechos humanos de la población.

Tan sólo ayer hemos sido testigos, una vez más, de la lacerante realidad que obliga a miles de personas, salir del país en condiciones totalmente adversas; huyendo de la falta de empleo, de medios de producción, de vivienda digna, de educación para sus hijos e hijas, buscando otra vida posible. Ayer, ciudadanos y ciudadanas guatemaltecas vuelvan a pagar muy alto, con su vida o con su cuerpo, la gravedad de un Estado corrupto y violador de los derechos humanos. Ojalá que este hecho de ayer, junto a muchos otros, nos duela lo suficiente para concretar una amplia articulación política, social y popular que saque del poder a los corruptos y violadores de derechos humanos, como los que hoy conforman el gobierno de Giammattei.

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