Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Desde hace varios años venimos oyendo la cantaleta de la sacrosanta “estabilidad macroeconómica”, con la cual han presumido los últimos gobiernos, pero las preguntas necesarias sobre este hecho son ¿para qué? ¿para quién? Y ¿a costa de quiénes? se logra dicha “estabilidad”. Este mismo argumento ha sido utilizado por el actual presidente Giammattei para intentar revestir su pésima administración. Lo que pretendo con la presente opinión es desmantelar la falacia de la estabilidad y sus impactos en la vida diaria de las personas.

A inicios de año, el presidente intentando esconder su fracaso de gobierno, presentó como uno de sus resultados, el haber conseguido el segundo mejor desempeño de crecimiento económico en la región de América Latina. Guatemala fue la segunda economía mejor evaluada, a pesar de los impactos de la pandemia de Covid 19. Durante años, la oligarquía y su servil élite política han presumido de la “importante estabilidad macroeconómica” pero nunca han hecho mención de cómo esta situación impacta en la vida cotidiana de la población. Mientras en salones pomposos se anuncia la “importante” estabilidad macroeconómica, más del 70% de la población subsisten en condiciones de pobreza y lo más seguro es que dicho anuncio pase desapercibido para más de 13 millones de habitantes, dado que no tendrán un medio para conocerlo. De qué sirve la tan cacaraqueada estabilidad macroeconómica mientras más del 70% de la población subsiste en condiciones de pobreza.

Dicha estabilidad sólo sirve para un pequeño segmento de la población, que se agencian de la institucionalidad pública y por ende capturar el Estado en su conjunto, para sus espurios fines. Por lo tanto, al resto de la población, incluyendo a las capas medias, dicha estabilidad le sirve de poco para poder garantizarle vida digna, que se transforme en salud, educación y otros derechos fundamentales. Tan sólo el año pasado, cuando obtuvimos ese segundo lugar, en el país hubo un incremento en la cantidad de pobres, de desnutrición estacionaria, de desempleo, de falta de salud, educación, de alimentos. Esta situación es tan evidente, que solo requiere salir de casa y darse cuenta en la primera esquina, la enorme cantidad de banderas blancas ondear o la gran cantidad de niñez pidiendo ayuda para poder subsistir.

De que sirve la estabilidad macroeconómica, si no se transforma en bienestar para la población, si no implica una mejoría en sus condiciones de vida. Muy por el contrario, esta condición de estabilidad en los precios agregados pareciera ir acompañada de incrementos en la deteriora condición de vida de las y los guatemaltecos. Ojalá y la transformación política que demandamos como sociedad guatemalteca, vaya acompañada de una transformación del modelo económico y que el gran objetivo de la política económica, no sea la estabilidad de los macro precios, sino el bienestar de la persona y que el mismo sea coherente con el desarrollo de políticas sociales que permitan aumentar y mejorar las condiciones dignas de vida de la población guatemalteca.

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