Jorge Morales Toj
El 29 de diciembre de 1996 se firmó la paz en Guatemala y se silenciaron las ametralladoras y los fusiles, sin embargo, el saldo de 36 años del Conflicto Armado Interno en Guatemala fue trágico y nos dejó más de 200,000 muertos, más de 50,000 desaparecidos y más de un millón de desplazados internos, en esta dura etapa para Guatemala, todos perdimos.
Según la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), las razones principales que dieron lugar al inicio de esa cruenta guerra fue que “la estructura y la naturaleza de las relaciones económicas, culturales y sociales en Guatemala han sido profundamente excluyentes, antagónicas y conflictivas, reflejo de su historia colonial. Desde la independencia proclamada en 1821, acontecimiento impulsado por las elites del país, se configuró un Estado autoritario y excluyente de las mayorías, racista en sus preceptos y en su práctica, que sirvió para proteger los intereses de los restringidos sectores privilegiados…”.
Asimismo, la CEH concluye que “fenómenos coincidentes como la injusticia estructural, el cierre de los espacios políticos, el racismo, la profundización de una institucionalidad excluyente y antidemocrática, así como la renuencia a impulsar reformas sustantivas que pudieran haber reducido los conflictos estructurales, constituyen los factores que determinaron en un sentido profundo el origen y ulterior estallido del enfrentamiento armado”.
Durante el proceso de paz, el gobierno de Guatemala y la insurgencia aglutinada en la URNG, pactaron varios acuerdos que generan un marco amplio y trazaron un ruta por la cuales debía encaminarse el país. El Acuerdo de Paz Firme y Duradero suscrito el 29 de diciembre de 1996 establece que: “La paz firme y duradera debe cimentarse sobre un desarrollo socioeconómico participativo orientado al bien común, que responda a las necesidades de toda la población. Dicho desarrollo requiere de justicia social como uno de los pilares de la unidad y solidaridad nacional, y de crecimiento económico con sostenibilidad, como condición para atender las demandas sociales de la población”.
La firma de la paz, constituyó una oportunidad única en la historia de Guatemala para transitar hacia la modernidad y el desarrollo, sin embargo, los distintos gobiernos, las elites económicas, los partidos políticos y la misma dirigencia de la insurgencia traicionaron la paz. Hoy Guatemala sigue sumergida en la extrema pobreza, en la miseria, injusticia, racismo, el hambre, la corrupción y la impunidad.
Las causas que originaron el Conflicto Armado Interno siguen intactas, el hambre y la miseria están matando al campesino en las regiones más olvidadas de Guatemala, la desnutrición crónica está aniquilando a nuestra niñez, nuestra juventud sigue buscando migrar hacia Estados Unidos en busca de oportunidades, existe una destrucción de nuestros bienes naturales, se ha profundizado la polarización en la sociedad, la violencia se ha apoderado de las ciudades y la inseguridad cada día se agudiza. Estamos sin paz.
Con un esfuerzo extraordinario de todo el pueblo de Guatemala y los distintos actores del país, podemos retomar el camino de la paz y edificar un país más justo e incluyente. Profunda gratitud a los héroes y mártires que abonaron con su sangre el nacimiento de esta paz inconclusa.