Jonathan Menkos Zeissig
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Solo a 36 de cada 100 guatemaltecos le parece preferible la democracia a cualquier otra forma de gobierno, incluyendo la dictadura. ¿Es usted parte de los 36 o de los 64 restantes? Esta información fue publicada recientemente Cid Gallup. Nada que extrañar, porque la democracia guatemalteca, no huele a justicia ni a igualdad, ni a cuadernos y libros, ni a agua potable, ni a empleo y seguridad social garantizada, ni mucho menos a caldo de frijoles con arroz y tortillas al terminar el día.
Por el contrario, la “democracia” que nos han vendido quienes casi siempre han gobernado Guatemala huele a cloaca, a corrupción, a pólvora y represión, a exclusión y migración forzada, a dolor y sufrimiento. Precisamente, vencer a la dictadura, requiere comprender el descontento de las mayorías con la forma en que hasta ahora se ha utilizado el poder público. De ahí que el programa político que pueda proponer una alianza contra la dictadura será vital no solo para ganar elecciones sino para crear una conciencia social sobre la existencia de otra Guatemala, una a la que solo se puede acceder derrotando a actual mayoría oficialista pro corrupción.
Como en Chile, Colombia y Honduras, los programas políticos para gobernar contra el autoritarismo requieren la divulgación y reflexión con miles de personas, y debe versar sobre cómo resolver las principales preocupaciones de las y los ciudadanos. Acá propongo algunas líneas para iniciar el debate.
Reforma al sector laboral. Garantizar el incremento real del salario mínimo y su cumplimiento en todo el territorio nacional; garantizar el acceso universal al programa de invalidez, vejez y sobrevivencia de todas las personas en edad de trabajar; diseñar y ejecutar un programa de empleo masivo que garanticen por lo menos 180 jornales por beneficiario, financiado con fondos públicos, destinado a protección del medio ambiente, construcción de caminos rurales, mejoras de vivienda (piso de cemento, acometida de agua, drenajes), y priorizando los territorios con mayor pobreza, desempleo y hambre; garantizar un salario y acceso a la seguridad social a todas las personas que ejerzan labores de cuidado; garantizar el acceso gratuito a la capacitación laboral y crear un programa potente de becas en todo el territorio.
Reforma para la transformación económica. Diseñar y ejecutar un programa de riego que incremente la producción de alimentos; diseñar y ejecutar un fondo para para la transformación productiva con fines de cuidado ambiental, seguridad, autonomía y soberanía alimentaria; crear una empresa pública de producción de fertilizantes y pesticidas orgánicos; un programa de apoyo financiero y técnico a cooperativas y pequeñas y medianas empresas de acopio, envasado y distribución de alimentos y apoyar esfuerzos para aumentar el nivel de industrialización del país; compra de tierras para la entrega a campesinos, marco regulatorio del agua y marco legal para la suspensión del otorgamiento de licencias mineras.
Reforma para garantizar derechos. Un plan para que el Estado cumpla con su responsabilidad de garantizar, promover y proteger todos los derechos humanos, incluidos los sexuales y reproductivos y el derecho a que las mujeres decidan sobre sus cuerpos y el que las personas decidan con quien casarse.
Reforma política. Plan para cambiar el sistema electoral y de partidos políticos y el de justicia, ambos esclavizados por perversos intereses económicos, militares y políticos.
Reforma fiscal para concretar las demás reformas. Un plan para terminar con el actual sistema fiscal que mima y protege a los más ricos y a los más ladrones. Aumentar la recaudación cobrando más a quienes tienen más y cerrando los caminos a la corrupción y al despilfarro.
Cada reforma requiere su propio espacio, sus costos y su tiempo para la discusión. Pero de eso se trata la democratización obligada para acabar con la dictadura en Guatemala.