Jonathan Menkos Zeissig
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Esta semana, Paraíso Desigual, organizó un espacio en vivo, en Twitter, para platicar con la comunidad sobre dónde estará el próximo Kevin Cordón. Uno de los primeros elementos que saltan al hacer esta pregunta es el contexto de Guatemala, una sociedad en la que muchos niños, niñas y adolescentes se enfrentan cotidianamente a significativas carencias, y en la que muchos de los pocos deportistas olímpicos son sometidos a penurias en contraste con los amplios privilegios que gozan los dirigentes del Comité Olímpico Guatemalteco (COG) y de la Confederación Deportiva Autónoma Guatemalteca (CDAG), quienes han capturado estas instituciones públicas para convertirlas en un negocio privado y familiar en el que manejan discrecionalmente cerca de Q500.0 millones anuales provenientes de nuestros ingresos públicos.
Recientemente, hemos conocido que Kevin Cordón debió entrenarse en un salón parroquial allá en su natal La Unión, Zacapa; sabemos que su entrenador y dos compañeros estuvieron entrenando con él para prepararlo lo más posible, mientras la burocracia del COG probablemente estaba más interesada en la compra de boletos y reservas de hotel para sus malos dirigentes. Problemas similares han enfrentado la mayoría de los 24 atletas guatemaltecos que representan al país en estas olimpiadas, especialmente aquellos que provienen de hogares humildes. No es de extrañar este trato hacia los deportistas: notas de prensa revelan que, en ocasiones, los deportistas no cuentan ni con el traje de baño o los tenis requeridos para competir.
En 1984, con nueve años, me ilusionó mucho la participación del boxeador Carlos Mota, quien hizo vibrar a Guatemala con sus ganchos y su estilo. Esas olimpiadas me las pasé aporreando una bolsa de tela llena de ropa, con el fin de entrenarme pues quería ser boxeador. Hace cuatro años entrevistaron a Mota desde Estados Unidos, país al que migró en 1985 y en el que ha trabajado como entrenador: recordaba que regresó el 15 de agosto y muchos lo fuimos a recibir con algarabía, y no olvidó que las autoridades deportivas no le dieron el apoyo necesario en su momento.
El poder público ha estado limitado en sus funciones por mucho tiempo, al estar capturado por funcionarios con poco interés en el bien común y mucho interés en el bien personal y gremial. Ante esto, ¿dónde cree usted que está el próximo Kevin Cordón? Por pura probabilidad es muy probable que esté entre los dos millones de niñas, niños y adolescentes que crecen lejos de la escuela, lo que seguramente también los alejará del deporte. ¿Estará acaso apagándose por la desnutrición crónica que le aqueja o estará llorando mientras transita solo y desamparado por los violentos caminos que llevan hacia Estados Unidos? ¿Estará ya en una mara aprendiendo cómo sobrevivir en esta guerra promovida por las desigualdades y la codicia? ¿Será parte de una familia sencilla pero que destina tiempo y recursos a apoyarle practicando algún deporte? ¿Habrá nacido en un hogar con recursos para no necesitar de los bienes públicos?
No sabemos en dónde está ahora mismo el próximo Kevin o los próximos Mirna, Uriel, Erick, Scarleth y demás futuros grandes deportistas. Lo que sí sabemos es que necesitamos reivindicar el papel de los bienes públicos en especial aquellos que permiten un piso de protección social que iguale las condiciones de desarrollo para todos los niños, niñas y adolescentes guatemaltecos de hoy y mañana. Es tan urgente como posible diseñar, financiar y ejecutar acciones públicas destinadas a universalizar la nutrición, la salud, la educación, el arte y el acceso a programas de deportes. Por esto y muchas cosas más, necesitamos una administración pública gestionada por personas honradas y capaces, no por sicarios del desarrollo.