La vida es una sucesión de momentos, los cuales uno comparte con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los hijos e hijas y otras personas que caminan con uno por un tiempo o para siempre, pero todos pasan a ser parte de espacios de alegría, de tristeza, de luchas, de esfuerzos, en fin, hechos concretos que se quedan en el alma, se atesoran en el corazón y la mente se encarga de recubrirlos con el polvo del tiempo, pero que también se los trae al presente, para conservarlos en sus destellos o sombras.
La familia nuclear es el espacio de vida en la cual uno forja los fundamentos de su vida, acá en este entorno mi papá y mi mamá -Juan Vicente Narciso y Carmen Chúa Carrera-, nos construyeron ese primer nido, el cual llenaron de amor y recrearon todos sus esfuerzos para hacernos felices, ciertamente con limitaciones, pero nos abrigaron con bienestar, permitiéndonos prepararnos para la vida, así llegamos en este orden, quien suscribe esta nota, Luis Rodolfo y Silvia del Rosario Narciso Chúa, no podemos negar que a pesar de privaciones, fuimos felices, y eso es lo que más cuenta.
Mi hermanita era la última y la única mujer entre nosotros, dos patojos chingones, pero mi hermana era todo lo contrario, era tranquila, muy maternal, con una inocencia propia de su personalidad. Yo, siendo el mayor, tuve que cuidarla muchas veces, por ello pude observar cercanamente su transición de niña, adolescente, joven y adulta. Cuando se casó, fue un acontecimiento, pues fue la primera en tomar esta senda. Mis padres felices y tristes a la vez, la entregaron y con ello tuvo sus dos hijos Erick y Carmen María.
El derrotero de la vida es sinuoso, siempre digo que uno sabe dónde empieza, pero no sabe dónde termina, así que en un malabar de la existencia terminó con José su novio de adolescencia, así como construyendo su vida allende de Guatemala y así casi de la nada, terminó haciéndose ciudadana estadounidense en tiempo récord.
Todo apuntaba a la felicidad que mi hermanita buscaba, pero no, la tragedia se endureció con ella, se envileció con mi hermanita, hasta que el día lunes concluyó su ciclo de vida, este proceso duro para todos, pero más para ella. Unos días antes, lo describí así: “Nadie esperaba este adiós, nadie pensaba en una despedida, nadie creía en no volverte a ver. Pero hoy, que todo ha pasado, hoy que fuimos viviendo a pausas tus penas, tus angustias, tus incertidumbres, sabemos bien de la dimensión del dolor. Poco a poco fuimos testigos de tratamientos, de exámenes, de resultados, de diagnósticos, pero ninguno de ellos se mostró positivo, nada nos otorgó paz, nada nos dejó un hálito de esperanza, no.
Gradualmente, todo fue cambiando de la luminosidad a la oscuridad, de la lucha a la desesperanza, del esfuerzo permanente a la cama insufrible. Y estás sola, a pesar de la presencia de familiares y amigos, estabas sola, afrontaste los golpes con entereza, luchaste contra la enfermedad con fuerza, abriste tu espíritu para vivir, pero ese mal te doblegó, le costó porque fuiste guerrera en la adversidad, fuiste valiente contra ese mal.
Hoy seguimos sufriendo con vos, de lejos, pero constantes, lastimados pero pendientes, pero tú espíritu fue de luz hasta el final, fue de agua cristalina, fue de lava volcánica, hasta el final estuviste luchando, seguiste en ese esfuerzo denodado por volver y ese volver que se quedó en tus ojos, se quedó en tu mente, se quedó en tu corazón.
Ahí donde estás, tú espíritu recorre tu vida de niña, de adolescente, de joven, de adulta. Te lleva a los lugares en donde fuiste feliz, te pone a los ojos de a quienes diste vida, te conduce a tus compañeros de lucha y de vida.
Tu despedida será un aluvión de mariposas amarillas que vuelan hacia el cielo, las estrellas titilarán para darte la bienvenida, la luna se hará más luminosa para orientarte el camino, el sol brillará trepidante para darle calor a tu nuevo espacio, mientras nosotros te vemos volar alto y bella hacia una dimensión donde el dolor termina y empieza el infinito que brindará paz y tranquilidad, las lágrimas colmaran nuestros ojos pero en medio del dolor sonreiremos por todo tu legado luminoso de vida. Adiós hermanita, un pedazo de nuestra alma se queda desgarrada sin vos”.
Hoy te decimos adiós, pero convencidos que tu espíritu guerrero deja un ejemplo de vida, adiós hermanita que en ese nuevo entorno te encontrés con José, con el Chentón y la Carmencita, para sonreír por la alegría de estar juntos y podernos ver acá en nuestra lucha, pero siempre con el dolor de tu ausencia.