Juan José Narciso Chúa

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Guatemalteco. Estudió en el Instituto Nacional Central para Varones, se graduó en la Escuela de Comercio. Obtuvo su licenciatura en la USAC, en la Facultad de Ciencias Económicas, luego obtuvo su Maestría en Administración Pública INAP-USAC y estudió Economía en la University of New Mexico, EEUU. Ha sido consultor para organismos internacionales como el PNUD, BID, Banco Mundial, IICA, The Nature Conservancy. Colaboró en la fundación de FLACSO Guatemala. Ha prestado servicio público como asesor en el Ministerio de Finanzas Públicas, Secretario Ejecutivo de CONAP, Ministro Consejero en la Embajada de Guatemala en México y Viceministro de Energía. Investigador en la DIGI-USAC, la PDH y el IDIES en la URL. Tiene publicaciones para FLACSO, la CIDH, IPNUSAC y CLACSO. Es columnista de opinión y escritor en la sección cultural del Diario La Hora desde 2010

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Justamente cuando están por empezar las finales de las grandes ligas nos llega la triste noticia del fallecimiento de Pete Rose, el gran jugador de las grandes ligas, aquél que con su característico número 14 representó el ídolo de muchos que como yo, lo vimos jugar en aquellas inolvidables series mundiales de 1975 y 1976, cuando los Rojos de Cincinnati, se convirtieron en la bien llamada Máquina Roja.

Pete Rose fue una vez jugador más valioso (MVP por sus siglas en inglés) de la Liga Nacional y diecisiete veces llamado al juego de las estrellas (All-Star Games). Sus estadísticas muestran claramente su calidad como jugador con el récord de más partidos jugados (3,562), la mayor cantidad de hits con 4,256 superando a otra leyenda como Ty Cobb, tiene la mayor cantidad de turnos al bate con 14,053 veces, en la historia de la MLB. Pete Rose fue un auténtico ídolo, no cabe duda, sus resultados son más que evidentes para dejarlo en esta categoría, pues hoy trascendió a leyenda.

Otros datos que merecen destacarse es que fue Campeón de la Serie Mundial, dos veces con los Rojos de Cincinnati y una vez con los Filis de Filadelfia, así como –a pesar de que fue vetado para subir al Salón de la Fama-, fue llamado cuando se integró el equipo del siglo XX de las grandes ligas, una contradicción entre el veto y su indiscutible categoría.

Los Rojos de Cincinnati, mi equipo de grandes ligas por cierto, fue notable en la mitad de los años setenta.  Acá vale la pena mencionar al inolvidable Abdón Rodríguez Zea, ese guatemalteco y gran narrador de béisbol que nos enseñó cómo se jugaba este deporte, pero principalmente, nos invitó a disfrutarlo con sus narraciones inolvidables.

Los Rojos de Cincinnati (Reds) llegaron a la Serie Mundial en 1975 enfrentando a los Medias Rojas de Boston (Red Sox), esta serie mundial para muchos es considerada la mejor y más emocionante serie mundial de la historia por los momentos memorables de la misma.  En esa oportunidad recuerdo que en el sexto juego, ganando los rojos, pasó a batear el receptor (cátcher) de los Medias Rojas de Boston y mientras se preparaba para batear Pete Rose le dijo a Carlton Fisck “¿qué juegazo, verdad?” y Fisck en su turno pegó un home run en el Fenway Park sobre el monstruo verde y así ganaron el sexto juego, empataron la serie y se fueron al séptimo juego que terminaron ganando los Rojos.

En esta serie mundial Pete Rose fue declarado el jugador más valioso de la misma. En la siguiente en el año 1976, la máquina roja jugó contra los Yankees y los barrieron en 4 juegos, para ganar su segunda serie mundial, aunque en esta serie Pete Rose bateó muy bajo.

La gran máquina roja era dirigida por Sparky Anderson y su alineación tenía una característica muy especial, habían afroamericanos, habían latinos y habían gringos, con lo cual consiguieron uno de los equipos de mayor prestigio en muchos años en las grandes ligas y ganaron dos series mundiales consecutivas. La alineación de aquellos Rojos de Cincinatti era la siguiente: Johnny Bench (receptor), Joe Morgan (segunda base), Pete Rose (tercera base), Tani Pérez (primera base), David Concepción (parador en corto), George Foster (jardinero izquierdo), César Gerónimo (jardín central) y Ken Griffey (jardinero derecho). El equipo de lanzadores contaba con Don Gullet, Jack Billinghan, Gary Nolan, Fred Norman, Pat Darcy. En el “bull penn” tenían a Clay Carroll, Rawley Eastwick y Will Mcnaney.

Pete Rose pasó luego a los Filis de Filadelfia y ahí volvió a ganar otra serie mundial pero jugando en primera base.

La controversia llegó cuando se investigó sobre su afición por las apuestas y con ello la condena para nunca ingresar al Salón de la Fama, una sentencia dolorosa para uno de los grandes del béisbol que hoy deja un legado innegable de su calidad y pasa a la inmortalidad como leyenda en el Salón de la Fama de todos aquellos quienes lo vimos jugar y disfrutar de su calidad.  Hasta siempre Pete Rose.

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