El régimen de Giammattei se encuentra en su fase terminal, en este caso, hago alusión al tiempo que le queda, puesto que en términos sustantivos su período únicamente puede dar lástima, puesto que el mismo se caracterizó fundamentalmente por la corrupción, por arreglos amañados, por contratos oscuros y por un pésimo manejo de la gestión gubernamental.
Sin duda, eso sí, se convirtió en el gobierno que consolidó el Pacto de Corruptos y culminó el proceso de cooptación de las instituciones, con lo cual las mismas quedaron presas en una vorágine sin sentido, pero lo peor, las convirtió en auténticos eslabones de negocios turbios e igualmente se alejaron completamente de su razón de ser.
Esta forma de gestión totalmente inercial, sin sentido, sin lógica, sin buscar resultados positivos de su gobierno, no se quedó al nivel del Ejecutivo, puesto que su cobertura llegó hasta los otros poderes del Estado –congreso nacional y corte de justicia-, e igualmente, se encargó de consolidar las magistraturas de la Corte de Constitucionalidad, de nombrar por un segundo período a la actual Fiscal General, así como también consolidó el tiempo de permanencia de los actuales magistrados de la Corte Suprema de Justicia, junto al grupo dominante en el Congreso de la República nombraron a un anodino, gris e incapaz procurador de los derechos humanos, también a un “adecuado” Contralor General de Cuentas y, como guinda en el pastel, también contaba con todo el apoyo del Tribunal Supremo Electoral.
Todo apuntaba a la continuidad del bloque en el poder, apuntalado por empresarios conservadores y que viven en la Guerra Fría, así como la ayuda de ex militares que movían los hilos del poder y la corrupción.
La sorpresa llegó con las elecciones generales. Nadie pudo haber previsto que Semilla subiera a un segundo lugar y con ello se encontraba a punto de convertirse en el nuevo partido en el Gobierno, por lo que la segunda vuelta mostró efectivamente un voto ciudadano, consciente de nuestro futuro, decidido a hacer cambios y harto de gobiernos corruptos, pésimos y que pasaban los cuatrienios sin dejar nada positivo para el país.
En el ámbito internacional, no pudo haber sido peor. Un improvisado canciller, sin luces, con un pasado de pastor fundamentalista, sin ninguna capacidad, se encargó de las relaciones internacionales, sin comprender su papel y se dedicó a repetir el discurso de su presidente, con el cual se rasgaba las vestiduras cada vez que era sujeto de crítica a nivel internacional, tanto en foros, prensa o senadores o diputados de otras naciones.
Su papel ha sido una vergüenza nacional. Verlo en foros demostrando su incapacidad y su dócil obediencia a un régimen corrupto, nada más puede causar indignación y ahí se veía esa reiteración absurda a la soberanía nacional a sabiendas que era una argucia e igual escuchar al mandatario en la Asamblea de las Naciones Unidas con un discurso que da para el olvido y reiterando la pose de soberanía hacia el exterior y luciendo una falsa integridad de régimen al interior, las cuales son solo muestras de la pésima gestión de un personaje que hoy provoca rechazo e indignación al pueblo de este país.