Juan José Narciso Chúa
El cambio climático es un hecho incuestionable. La academia y las instituciones ambientales han levantado las voces para referir y sustentar la presencia de este fenómeno, pero se les ha hecho oídos sordos, se considera que son alarmistas, que son eco histéricos, pero no es así, la presencia y los impactos del mismo se han podido observar en cada invierno, cuando la presencia del fenómeno de la Niña o del Niño produce o excesos de lluvia o bien reducción del régimen lluvioso, los dos al final son igual de negativos para la agricultura y aún contra la infraestructura, contra de poblados, contra las personas, que al final pierden en horas lo que les ha costado construir en la vida.
La referencia al cambio climático no busca asustar, busca producir una sustentación técnica y científica que explique el impacto del mismo, así como se origina el mismo, principalmente en el caso de Guatemala, que en contrasentido privilegia la expansión de la frontera agrícola y ganadera con lo cual se deforesta bosques, así como insiste que los recursos naturales y la ciencia son para domarlos por el hombre, pero al final, los resultados dejan catastróficas cifras y una gran cantidad de personas que ven agudizadas sus condiciones de pobreza y desigualdad, así como pierden sus cosechas, muchas de ellas que son para infrasubsistencia o subsistencia apenas.
Ciertamente la institucionalidad ambiental se encuentra en “trapos de cucaracha”, por falta de recursos o por continuar produciendo lo mismo esperando resultados distintos o bien dejándose llevar por la inercia, sin cambios significativos en la orientación de sus programas y aunque todas han incorporado el cambio climático, poco pueden hacer ante recursos escasos como son los casos de Conap e Inab, mientras que el MARN ahonda en su desprestigio, su pérdida de identidad institucional y su gestión es un fracaso lleno de intromisiones políticas y corrupción, pero aun así queriendo “tragarse” al resto de entidades, únicamente para ampliar el patrimonio dispuesto para la corrupción, así como acelerar sin sentido la aprobación de licencias, regulaciones y estudios de impacto ambiental.
Cada régimen de Gobierno en los últimos casi 12 años, se presentan como paladines del medioambiente, pero en la realidad: nada. Igualmente, ante los desastres naturales lo único que hacen es declarar estados de Calamidad Pública, mientras se relamen las manos pues saben que, con este estado de excepción, los negocios, la corrupción y las fortunas se acrecentarán fácilmente, mientras las personas damnificadas quedan en la orfandad. Es fácil observar la poca seriedad de los regímenes de Gobierno, ante los desastres y la poca atención a las personas damnificadas como los casos de Eta y Iota, que todavía hoy no han sido atendidos en plenitud.
La depresión tropical Julia, vino nuevamente a mostrar las enormes debilidades del Estado, así como las necedades de aquellos que no quieren escuchar nada del Cambio Climático, mientras Conred, otra entidad cooptada y venida a menos en los últimos años intenta activar sus sistemas de coordinación, pero lo peor es que es una entidad reactiva; es decir, responde a las presiones del momento, no tiene el carácter de preventivo en sus acciones, con lo cual se podrían aligerar los impactos, no se podrán evitar, pero los resultados no serían tan serios.
Pero la corrupción determina el papel del Estado en la actualidad, el desastre en lugar de ser percibido con la pena que demanda la pérdida de poblados, personas y cosechas, se observa bajo la lupa de los negocios que permitirá la reconstrucción de casas, la renovación de carreteras, la construcción de nuevos puentes, las compras de puentes temporales, en fin, cualquier obra tendrá el resultado que los gobernantes buscan, lucrar dolosamente con el dolor de las personas.
Si se quiere demostrar que la corrupción ha calado en profundidad y desgastado la poca institucionalidad existente, así como destaca que el Estado, no es aquél que lucha por la vida de las personas, sino al contrario, es un ente amorfo y lejano que se debate en su muerte por inacción y por corrupción, la realidad actual y los impactos del invierno y la depresión tropical Julia, han dejado a su paso.
La plataforma de la resistencia pacífica por parte del Cardenal Ramazzini es una oportunidad de aglutinar y repensar el futuro de nuestra sociedad, principalmente cuando todo termina en desastre, incluso los naturales.