Juan José Narciso Chúa
La presencia del cambio climático en el mundo es inobjetable caracterizado por mayor o menor afluencia de lluvias con lo cual se precipitan deslaves, inundaciones, derrumbes y otros fenómenos asociados, una situación que en Guatemala este invierno ha mostrado con mayor crudeza sus impactos, pero al mismo tiempo lleva aparejado muertes de personas inocentes, tal es el caso del famoso agujero en Villa Nueva, que afectó seriamente a una familia con la cauda de la madre y la hija todavía desaparecidas.
Pero la reflexión lo lleva al punto de decir, ¡¡¡pero, qué nos pasó¡¡¡, en qué momento las administraciones edilicias se convirtieron en centros de negocios y corrupción, marginando las verdaderas necesidades de la población, pero aún más soslayando toda aquella infraestructura que corre bajo tierra que se dejó abandonada, no se le dio mantenimiento y hoy personas inocentes pagan la factura, así como la presión del tráfico se agudiza y aún más, muchos nos ponemos a pensar ¿en qué momento uno va pasando en su vehículo con su familia y se abre un agujero enorme y se pone en serio peligro la vida de todos?, esto le puede pasar a cualquiera, hoy con más razón, cuando la cuestión de los agujeros se ha vuelto recurrente.
Se recuerdan aquél famoso agujero en el Barrio de San Antonio, que también cobró vidas humanas o aquél otro en Ciudad Nueva zona 2, también enorme, pasando por otros y llegando hoy a Villa Nueva con esos tremendos hoyos, en qué momento las administraciones municipales abandonaron su quehacer fundamental para dedicarse a realizar obras bajo contratos amañados, con arreglos bajo la mesa, haciendo obras con especificaciones técnicas debajo de las recomendaciones internacionales, únicamente para bajar costos y ensanchar las ganancias de empresas y funcionarios ediles.
En qué momento, para llegar a la alcaldía se necesitan de millones de quetzales para asegurarse de ganar, recuerdo que incluso hubo casos de un candidato que fingió un asalto para asesinar a otro candidato a alcalde que punteaba. En un acto como éste, se puede dimensionar la gran cantidad de intereses que se entretejen en las distintas gestiones municipales, si no vean cuántos alcaldes o concejales han sido asesinados en su administración.
Pero también en qué momento las alcaldías se distanciaron de los profesionales de la ingeniería, de los planificadores urbanos, de los economistas, de los expertos en drenajes, en colectores, qué pasó con todo ese aporte profesional que se dejó de utilizar para privilegiar a los “cuates” a los eslabones de la cadena que contribuyen a recrear el proceso de la corrupción, para lo cual se incorporan personas sin profesión, sin capacidad, sin experiencia, eso sí, con dientes y garras afiladas para atentar contra los fondos municipales para engrosar fortunas de alcaldes, concejales y directores.
Cuándo se retomarán los principios y la ética del mejor alcalde que ha tenido la ciudad: Manuel Colom Argueta y su equipo, cuándo se buscará acabar con los intereses y se buscará actuar en el marco de la ética, enarbolando valores que hoy para alcaldes y concejales son motivo de risa y fantasiosas posturas planteadas por soñadores o ilusos o por columnistas que no viven en la realidad –como varios que buscamos un país distinto-.
Las alcaldías constituyen un nodo central en la mancha interminable de la corrupción y espacio para la impunidad, de eso no hay duda, pero lo peor –es que estrechan cada vez más vínculos con el narcotráfico, una situación que hace mayormente endeble el tejido social sobre el cual descansa nuestro país, pero ese tejido social, para muchos, es fácil controlarlo, solo se puede abrir otro agujero y ahí dejar para siempre a esta bola de soñadores, ilusos y opositores-, pues de acá en adelante las alcaldías –las del interior, las metropolitanas y la de la ciudad-, son parte del nefasto Pacto de Corruptos y apuntan a continuar con la juerga de la parranda de la corrupción y la impunidad. Es necesario recuperar la entereza ciudadanos, la esperanza y albergar el cambio como principio. No nos amilanemos.